Desde los tiempos que, a principios del siglo XX, Gregorio Riva en el Nordeste incentivaba la siembra de plántulas de cacao, el cual después de cosechado y secado se exportaba bajo la denominación de Sánchez, no había surgido un hito histórico tan determinante, como la exportación del cacao tipo Hispaniola.
Los orígenes de esta mutación se remontan a principios de la década de 1980. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) envió a nuestro país al experto Allison con la finalidad de entrenar a los productores dominicanos de cacao en la fermentación del grano. Este reunió un pequeño grupo de productores que estaban dispuestos a cambiar la manera de la preparación del cacao en grano destinado a la exportación.
Si bien es cierto que este técnico en los años 70 había fracasado en su intento de convencer a los productores de la bonanza de la fermentación con la cual se podían obtener precios más elevados por la exportación de su cacao.
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Un grupo de productores, entre los cuales me encontraba yo, seguimos muy de cerca sus instrucciones, inicialmente en bandejas y luego en cajones, donde se fermentaba el cacao en grano por 5 o 6 días.
En principio todo marchaba bien, pero necesitábamos tres condiciones para el éxito de esta técnica: a) base legal; b) comprador confiable y c) equipo acopiador dirigido por una empresa exportadora.
El Gobierno del presidente Antonio Guzmán, por recomendaciones de su secretario de Agricultura, Hipólito Mejía, expidió el Decreto 1818 de fecha 23 de junio de 1980.
La empresa transnacional Hershey Foods Corporation, con esos fines envió al país a su director de la división de Agronegocios, Glenn Trout, quien después de constatar las condiciones y cuidados empleados en la preparación del cacao, dio luz verde al proyecto ofreciendo un suplemento de diez centavos de dólar por cada libra por encima del precio del cacao en Bolsa.
Para iniciar las operaciones, el secretario de Agricultura seleccionó la nuestra firma Antonio Martínez Llano, Sucs. C. por A. (Mallano), como responsable de acopiar el cacao y exportarlo. Como contrapartida, la SEA conformó una especie de Consorcio de Productores, dirigidos por el agrónomo Radhamés Rodríguez, a la sazón subsecretario de Producción y al agrónomo Víctor Hidalgo Zapata, director del Departamento del Cacao de la SEA, para que designaran a los responsables de la compra y recolección del cacao en cada Regional. Estos notificaban a Mallano, que lo buscaba para prepararlo y ensacarlo en su factoría de El Mamey, Los Hidalgos, Puerto Plata.
El 5 de julio de 1980 llegó al puerto de Haina, el primer lote de cacao Hispaniola procedente de El Mamey. En una ceremonia presidida por Hipólito Mejía y Víctor Hidalgo, se subieron los primeros 250 sacos de 70 K.N.
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Desde que se iniciaba la gestión para preparar los embarques, mi madre, Leopoldina Rojas Vda. Martínez, como presidenta de la compañía, se encargaba de verificar los detalles, como peso, cosido de sacos y humedad, previo a subir el cacao a los furgones modificados que enviaba la Sea Land para llevarlos a Port Elizabeth en Estados Unidos.
E recompensa por la hazaña de llevar a los mercados internacionales un cacao de superior calidad y además de su excelente precio, Mejía me informó que el presidente Guzmán le había pedido que me condecorase por esos méritos. Cuando me lo dijo, le expresé que si alguna persona tenía la valía, era mi madre y que esa condecoración se la impusieran a ella, como al fin lo hizo.
Los embarques no hubiesen tenido el éxito que obtuvo el proyecto, si no fuera por la colaboración de firmas amigas, como Hacienda Romelia (Juan Barceló) y Tobías González y sus hermanos de Ojo de Agua, Salcedo.
Debemos señalar, que al inicio de las exportaciones de Hispaniola, los exportadores del cacao convencional nos veían con cierta reticencia, que se fue diluyendo a medida que ellos también se incorporaron y ahora, podemos afirmar a plena voz, que son los responsables de embarcar, uno de los mejores o talvez, el mejor cacao del mundo.