Parte II
Los avances tecnológicos son meramente herramientas desarrolladas por los seres humanos que nos han diferenciado de las demás especies. Estas herramientas ofrecen oportunidades al mismo tiempo que peligros. Las nuevas tecnologías (como el Internet de las cosas y el Almacenaje en las nubes) poseen efectos que caen más allá del campo de la tecnología. Económicamente nos conducen al desarrollo de nuevas oportunidades de mercado, como el comercio electrónico (ecommerce), la transformación de productos tangibles a “bits” virtuales (canciones, videos, libros), rupturas de las barreras de entrada y el surgimiento de la “economía colaborativa” -donde prima el consumo colaborativo.
Un ejemplo práctico que pudiéramos citar es la evolución de la “nube humana”. Los empleadores están empezando a ver esta opción como una nueva forma de realizar trabajos que, para algunos, son insignificantes. Esto permite que grandes proyectos puedan ser diseminados en cientos de tareas discretas dispersas en una “nube” virtual de trabajadores dispuestos que podrían estar en cualquier parte del mundo, siempre y cuando tengan una conexión a Internet. Algunas de estas tareas son tan simples como buscar números de teléfono en la web, transcribir datos en una hoja de cálculo o ver un video mientras se realiza un seguimiento de los movimientos de los ojos a través de su cámara web.
Estos no son puestos de trabajos definidos. Las tareas o proyectos que se realizan a distancia y bajo demanda son elaborados por trabajadores independientes, no empleados. Según un reporte publicado por Staffing Industry, los empleadores han llegado a gastar hasta 3.7 mil millones de dólares en pagos a trabajadores independientes, y las plataformas en línea que actúan como intermediarios en la nube humana, 10.1 mil millones de dólares en sueldos a empleados fijos.
Las nuevas tecnologías han reforzado las tendencias hacia una mayor desigualdad, por lo menos, en tres aspectos: uno de ellos es el aumento de los mercados en los que unas pocas personas de éxito, empresas y productos, dominan la economía mundial con la mentalidad de “el ganador se lleva todo”. Otro es el aumento de la globalización, la revolución tecnológica ha permitido que las personas que antes no tenían acceso a ciertas informaciones puedan tenerlo con distintos grados de accesibilidad. Una última es la explosión en las operaciones financieras y otras actividades financieras como el alquiler de extracción automática de informaciones, lo que permite una ventaja para quienes posean la mejor tecnología.
El auge de las comunicaciones globales de nuestra dependencia en el ciberespacio, de las corporaciones habilitadas con la misma tecnología de gigante y del “Big Data” plantea preguntas difíciles acerca de la privacidad, la seguridad nacional, la capacidad para fijar impuestos y, en términos más generales, acerca de la relación entre los gobiernos, las empresas y los individuos en este nuevo mundo interconectado.
Diversas y prestigiosas instituciones norteamericanas hicieron, en el 2010, proyecciones sobre el comportamiento tecnológico en el 2025. Estas proyecciones ya se han logrado, nueve años antes, lo que demuestra la velocidad de los cambios disruptivos que ocurren en el mundo tecnológico. Muchos nos preguntamos, cómo puede una pequeña nación como la nuestra competir a ese nivel abrupto de cambios, a lo que contesto, enseñándole el caso de Estonia: una nación del tamaño nuestro que fue ocupada y devastada por 50 años de ocupación férrea de los alemanes y rusos, logrando su libertad en 1994, en una situación de extrema pobreza y sin experiencia en el proceso de gobernar. En 20 años, Estonia se ha convertido en la segunda nación más conectada tecnológicamente, repleta de pequeñas y medianas compañías tecnológicas. Si Estonia obtuvo esos logros en condiciones tan difíciles, ¿por qué nosotros no podemos obtenerlos?
Todos nosotros tenemos que internalizar las famosas palabras del futurólogo Isaac Asimov: “Es el cambio, el cambio profundo y continuo, el cambio inevitable, el factor dominante de estos tiempos”.