“De Río San Juan salí siendo un hombre. No tuve adolescencia. Allí aprendí de todo: trabajo, sexo, religión, los conocimientos de la vida…”.
Leoncio Bisonó, el fundador de la librería América de la calle Sánchez 67 en la que compartió con casi toda la intelectualidad de la izquierda de los 70 y la proveniente del exilio antitrujillista, vivió en aquel paradisiaco municipio desde los 10 hasta los 15 años y aunque la razón de su residencia fue muy adversa, siempre sintió que debía compensar la acogida recibida en ese lugar de ensueño y acaba de pagar la deuda con la publicación de su historia recogida con pormenores en Papeles de Río San Juan.
El padre de Leoncio, Pedro Ramón Bisonó Morales, falleció en 1950 y su madre, Clara Luz Cruz, decidió emigrar para poder mantener a sus siete hijos huérfanos que distribuyó entre familiares. “Yo fui agraciado con ir a Río San Juan”. Le tocó la tutoría a su tío Juan Antonio Bisonó Morales.
En poco tiempo se hizo sastre, enfermero, remero, cortador de leña, aprendió a lazar animales, ordeñar, pescar, amar. Fue limpiabotas, tocaba el corno y la trompeta en la banda de música del ayuntamiento y compartió la intimidad con muchachas, pese a su corta edad.
Las hermosas playas y lagunas, el caudaloso río, los árboles, la agricultura, la gente, no escaparon a sus intensas vivencias porque eso es Río San Juan: paisajes, vegetación, colorido, verdor, mar, agua dulce, calidez humana.
Todo quedó grabado en lo más profundo de su memoria espléndida pero no podía escribir una historia basada solo en sus recuerdos y hace 12 años emprendió el camino de la investigación. Realizaba viajes interminables al pueblo inolvidable, entrevistaba a sus moradores, retrataba, colectaba antiguas fotos. En Santo Domingo contrató asistentes que le peinaron el Archivo General de la Nación en busca de todo lo inédito y publicado y él mismo se internaba en la sala de usuarios, convertida prácticamente en su despacho.
Iba a la Biblioteca Nacional, la Secretaría de Educación, a universidades y archivos privados en los que encontró datos sorprendentes que narra en el libro, tan voluminoso como un diccionario, pero solo reservado al nacimiento y la evolución de Río San Juan desde que formó parte del cacicazgo de Maguá hasta el 31 de diciembre de 1961.
El valioso material no cupo en 844 páginas y tiene preparada una segunda edición.
Al momento de imprimir, sin embargo, el cálculo del ejemplar, exquisito en calidad y diseño, no le produjo la misma emoción que le invadía en cada hallazgo pero aprobó la tirada confiado en que se abrirían las puertas que tocara. Todas les fueron cerradas. Leoncio Bisonó tuvo que hipotecar sus activos y además tomar un préstamo. Dios y su fe le ayudarán a salir de deudas. Ver cumplida su obra le ha devuelto la alegría del estudioso que encuentra más de lo esperado en testimonios orales y viejas escrituras.
Río San Juan. Leoncio lloró cuando encontró la firma de su padre al pie de un informe escolar, pues este fue Inspector de Instrucción Pública en la costa norte, pero en su rostro se aprecia también sufrimiento al comentar olvidos y descuidos y los estragos que han causado el tiempo y la indiferencia a ese sitio de sus evocaciones más tiernas.
“Río San Juan es uno de los más bellos atractivos turísticos del país y no ha tenido promoción ni auge. Ha sido descuidado, ignorado, olvidado. La Laguna Gri-Gri es la única en el mundo, no hay otra parecida, debería difundirse”, exclama, incluyendo además las esplendorosas playas Los Mino, El Caletón, Playa Grande, La Preciosa, Playa de los Guardias…
Significa que los botes han dañado la flora y la fauna de la laguna “en la que antes te zambullías y recolectabas ostiones en grandes cantidades. Los extinguimos nosotros, como el Pez Loro, algún tipo de mero, la Liza y el Bocayate”.
Aunque nació en San José de las Matas, Leoncio conversa como uno de los más dignos hijos de ese Río San Juan al que llegó caminando desde Gaspar Hernández porque no había carretera. Recorrió junto al “posta” 30 kilómetros de playa y quedó fascinado al ver por primera vez el Atlántico. Entonces era distrito municipal que había sido paraje hasta 1944.
No es exagerado declarar que en Papeles de Río San Juan están todos sus nativos, los que emigraron de otras zonas del país y del extranjero, y sus descendientes, con fotos y biografías. Figuran los pioneros del comercio, el magisterio, la medicina, las letras, la comunicación, la hotelería, la milicia, todos los profesionales y los industriales emprendedores, los negocios del pasado y del presente, cada habitante que emprendió el éxodo. Todas las riquezas alimenticias, cada sitio agradable a la vista.
Leoncio revela un dato novedoso: Trujillo tenía su atención fija en Río San Juan. “Todas las correspondencias que les fueron enviadas (desde allí) él las contestaba. Los ciudadanos que a él acudían solicitando ayudas, felicitando”, siempre recibían respuesta de su parte.
Leoncio Bisonó. Nació el 13 de enero de 1944. Orlando Martínez, quien le visitaba en la librería junto a Víctor Estrella Liz, con quienes estudió en la escuela de Perito Contadores, le animaba a escribir y le recomendaba “lecturas revoluconarias”. También frecuentaban el establecimiento Otto Morales, Carlos Dore, Pedro L. Vergés Cimán, los hermanos Erickson y Álvaro Arvelo hijo, que también fue su condiscípulo.
Está casado con Zoila de Bisonó. Es el padre de Kaysi Jacqueline, Wendy Katiuska, Leoncio Ramón, Sonia Margarita y Flor Estephanie.
Al graduarse en Ciencias Económicas en la UASD, la librería quedó a cargo de su hermano Pedro Ramón. Leoncio trabajó entonces como subadministrador general de Radio Televisión Dominicana, administrador de Color visión, y en 1991 administrador de la emisora estatal. Fue también administrador del Instituto Dominicano de Cardiología y director financiero de la División Hidroeléctrica de la Corporación Dominicana de Electricidad, donde enfermó y obtuvo su jubilación.
Desde 1999 es evangelizador, invariable en la Casa de la Anunciación. Confiesa ser “un creyente ferviente” y asegura que cuanto aparece en Papeles de Río de San Juan “es inspiración del Espíritu Santo que me motivaba a levantarme temprano, a buscar sitios donde encontrar información, que me acompañaba en todos esos viajes a Río San Juan”.