¿Por qué lo recuerda y admira tanto el dominicano hasta el extremo de denominar tres o más calles con su nombre? Le habrán impresionado su muerte trágica, sus bateos espectaculares, los lauros recibidos durante la breve existencia de 38 años, su sensibilidad humana, el orgullo latino o el haberse sobrepuesto a las humillaciones que sufrió por el color de su piel y por su acento?
Es probable que ningún atleta dominicano haya recibido tan especial distinción como Roberto Clemente, puertorriqueño humilde y compasivo que sostuvo estrechos lazos de amistad con Juan Marichal a quien daba masajes “con sus manos milagrosas”, con los hermanos Guayubín y Chichí Olivo, Pepe Lucas, Felipe, Mateo y Chichí Rojas Alou, Manuel (Manny) Mota, entre otros.
“Roberto alegó públicamente que Juan Marichal era el mejor pitcher de Grandes Ligas. Siempre daba la cara por los dominicanos, por los latinos, por eso defendió a Marichal cuando lo discriminaron. En su época fue portador y líder de los latinos negros en Grandes Ligas, sin tener una educación universitaria”, expresa Ángel (Papo) Cabán González, boricua dedicado a difundir la vida del pelotero fallecido en un accidente aéreo en 1972 cuando se dirigía a Managua a llevar ayuda a los damnificados de un terremoto.
El hogar de Papo parece un museo de Clemente al que considera líder, filósofo, bienhechor, filántropo, polémico, defensor contra la prensa racista, sensible hasta las lágrimas. “He tenido tantas coincidencias con él que creo que me ha encomendado promover su ejemplo. Nadie ha escrito lo que yo he escrito…”.
Tiene publicados los libros: “Clemente, vigente, vibrante siempre”, en inglés y español, y “Así cocina un clementino, Preservando la cocina criolla”. El segundo es un homenaje a la madre del astro, que vivía de un puesto de carne. “Ella enseñó a mi madre a cocinar. El ingrediente principal era el amor”.
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“El amor de Clemente por su madre era sublime”.
Agrega que Clemente afirmó que “sus momentos más felices fueron cuando eran pobres y ella cocinaba lo poco que tenían”.
En un cañaveral. Los Clemente vivían en un cañaveral en el que trabajaba el padre, agrega Cabán “y Roberto le compró una casa en la urbanización “El comandante”, de Carolina, de hormigón armado, pues la de ellos era de madera, en el barrio San Antón. Ese fue su sueño, por eso quería jugar en Grandes Ligas y lo logró”.
Papo exhibe en su hogar fotos y afiches, banderines, gorras, camisetas, pelotas, bates que evocan a su inolvidable jugador. Adquiere T-shirts de los Piratas y los usa orgulloso. Siempre lleva el número 21, aunque vista camisa.
La entrevista con Cabán se produjo en respuesta a un reportaje sobre Roberto Clemente publicado en esta sección, por esta redactora, en 2006, donde el entrevistado no justificaba que una calle de Santo Domingo lo homenajeara porque consideró que “no se conoce ninguna acción suya a favor de los dominicanos”.
“Roberto iba a Santo Domingo cuando llovía en Puerto Rico. La cizaña es una estrategia de publicidad explotando la proclividad del ser humano hacia lo negativo”, comentó, poniendo en duda que el jugador no ofreciera ayuda en sus viajes pues era “como el pobre de Nazareth, y los niños eran sus preferidos”.
Papo habla de la exitosa carrera de Clemente con los Piratas de Pittsburgh en las Grandes Ligas; por qué lo llamaron “El Grande”; los momentos en que fue campeón de la serie mundial por la Liga Nacional; las 15 selecciones para el “All Star”, las 12 veces que fue ganador del Guante de Oro y cuando fue seleccionado miembro del Salón de la Fama del Beisbol. O de la declaración como Héroe Nacional de Nicaragua conferida por la Asamblea Nacional de ese país en 2022.
Amplía su participación en los Cangrejeros de Santurce al dejar la secundaria y cuenta cómo sobrellevó la discriminación racial en Estados Unidos donde fue objeto de burlas. Porque es quien más sabe de la vida de Clemente.
“No hay otro gran atleta que de niño fuera aguador y que ya adulto hablaba con sus íntimos de filosofía más que de beisbol, sin tener educación secundaria”.
Roberto Enrique Clemente Walker nació el 18 de agosto de 1934, hijo de Luisa Walker y Melchor Clemente. Estuvo casado con Vera Cristina Zavala, madre de sus hijos Roberto, Luis y Enrique. Falleció el 31 de diciembre de 1972.