Ron adulterado y la cultura popular

Ron adulterado y la cultura popular

José Miguel Gómez

La cultura popular de la sobrevivencia se mitiga con el “aguardiente”

El ron o “aguardiente” está ligado al comportamiento social en toda actividad de entretenimiento y de juntadera entre los dominicanos. Desde la música, el deporte, la política, lo social, lo agrícola, la religión popular, el sexo, la pasión, el despecho y el desengaño.

La cultura popular de la sobrevivencia se mitiga con el “aguardiente”. En los sectores medio y alto, también para juntarse no es con té o café, sino con vinos, ron o wiski. Pero siempre hay que darse par de copas para hablar de “negocios”, de inversiones, encuentro entre amigos, recreación, ver la televisión o escuchar música.

El dominicano siempre tiene un motivo para buscar un trago, levantar el codo, “ponerse sabroso”, “hacer contacto”, “declarar un amor”, “decirle dos vainas a alguien”, etcétera.
El ron vive y circula en la cotidianidad de forma tan normal y permisiva que a cientos de mujeres embarazadas se dan el permiso de beber poniendo en riesgo la vida y la salud de sus propios hijos. Además, el dominicano pide permiso al médico, o para el medicamento para beber, o pospone la vacuna del covid-19 si es fin de semana.

Los bebedores habituales, recurrentes, dependientes del alcohol, investigan los cumpleaños de amigos, compañeros de trabajo, fecha de boda, no por afectividad ni altruismo, sino por los tragos.

En República Dominicana la edad de inicio del alcohol ha bajado de 12-15 años, pero en las Navidades existen padres que intoxican a niños de 4-6 años para que beban y aprendan temprano o se “desacochen”. Desde la gallera, trabajo, velatorio, fiestas patronales, despedida, baby shower, hay bebida y ron; Ni hablar de los viajes de la playa, o un vuelo en avión, el ansiolítico o quita miedo, es un par de “petacazos”, llega liviano y de buen humor para “lidiar con los gringos”.

Ahora, la venta y contrabando de alcohol adulterado con metanol que ha producido más de 100 muertes de jóvenes en nuestro país.

La cultura del fraude y de la adulteración va desde medicamentos, ron, comidas, detergentes, refrescos, leches, panes, etc.

El ron adulterado es un metanol que al ingerirlo produce una depresión severa del sistema nervioso central, produciendo vasodilatación, deshidratación severa, cefalea intensa, convulsiones, temblores y paro cardio-respiratorio, ocasionando la muerte. Ese metanol daña el cerebro, corazón, páncreas, hígado y el movimiento motor del cuerpo, dejando lesiones permanentes al que logre salvarse.

Familias, parejas, han perdido seres queridos, siendo más afectados hombres, en plena juventud y en edades productivas. También, por supuesto, jóvenes de sectores pobres, de bajo ingreso, del acceso fácil al ron barato, hookah y drogas.

El ron adulterado circula en negocios, colmados y en casas de barrios marginados de Santo Domingo, Santiago, Moca, Dajabón y cualquier provincia del país. Rones con patentes vencidas de fabricación clandestina, de comercio fácil y bajo costo para que pueda mantenerse en los sectores más deprimidos.

Esa cultura de la adulteración “es conocida” como de los viajes ilegales, o los que preparan “machete para viajar” o de los medicamentos adulterados o los que falsifican dólares y pesos, o los que limpian tarjeta o compran celulares robados etcétera.

Son los mismos personajes que se tranquilizan por tiempos, pero vuelven de cada en vez a sus hábitos del fraude, dado a la ausencia de sistema de consecuencia, al olvido, al debilitamiento del sistema de Justicia, a la falta de control y de responsabilidad ciudadana, en fin, a una cultura del fraude, de la permisividad y de impunidad que pone en riesgo la vida de hombres y mujeres.

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