El domingo celebramos a las madres con gran manifestación de honra y respeto a nuestras progenitoras. Una festividad con más amor y fervor aún que las fiestas patrias, las Pascuas y Año Nuevo.
Esta vez, la fiesta de las madres nos vino como un colofón florido para cerrar una campaña electoral incruenta y hasta civilizada, pero en muchos aspectos brutal y ruda.
Tanto así, que muchas veces pareció que entre activistas, seguidores y buscones había quienes parecían “no tener madre”.
Por lo cual, el tema de la rudeza durante la pasada campaña nos obliga a reflexionar respecto a los límites a dónde pueden llegar, ambiciones, temores, miserias y angurrias, de gentes que parecen jugarse la vida en cada uno de estos torneos.
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Puesto que ciertamente hay personas, no necesariamente las más pobres, quienes son precisamente las que parecerían no saber qué hacer con sus vidas el día después de una derrota electoral.
Aún después a los escrutinios, seguimos escuchando difamaciones o “testimonios” aberrantes que revuelven el estómago a cualquier cristiano, incluso a cualquier ateo que tenga o haya tenido una madre que le enseñara algo de decencia y buen gusto.
Por cierto, tuvimos la novedad, a menudo abusiva, de las campañas en las redes, que por ser más accesibles y menos costosas y exigentes, fueron abusadas en extremo, con falsificaciones de hechos y personajes, y doblaje de voz que las autoridades harán un bien a nuestra democracia si aplican sanciones a los responsables.
Eso esperamos en Dios, porque este país y el mundo viven una coyuntura demasiado difícil, bajo la amenaza permanente de grandes conflagraciones que hasta pondrían en serias dificultades las diferentes formas de vida en nuestro planeta. Particularmente porque, como sabemos, hay muchas gentes de poder que no parece tener madre, y que son capaces, según se dice, de destruir media civilización con tal de que prosperen sus negocios de armamentos.
En nuestra porción de isla tampoco las cosas serán fáciles, a menos que hagamos un esfuerzo colectivo serio y organizado para mantener la paz social y el crecimiento sostenido del bienestar colectivo alcanzados, a pesar de todas las iniquidades e irresponsabilidades que aún persisten.
Gracias a Dios, tenemos la magnífica oportunidad de un Gobierno con gran apoyo ciudadano y un sistema institucional estable; un mercado turístico y de exportación crecientes, y gentes que se pone la faja cada día para cumplir con sus deberes.
Pero aún queda un tigueraje diverso y agresivo y “fuera de madre”. Desde el narco, los negocios ilícitos y desde la política. Que tratarán de mantener y aumentar su vigencia en este próximo cuatrienio.
La ciudadanía exige que nos organicemos y nos pongamos sobrios, porque el mundo está cada vez más complicado y difícil. Por un lado aumentan los incrédulos, mientras los creyentes suelen fanatizarse y hasta tomar partido del lado acaso menos santo.
Mas, no hay por donde escapar. Ni existe país ni paisaje mejor que el nuestro; ni podemos soñar: “Con otra tierra, otro cielo y otro mar; con otras gentes… con manera diferente de pensar.