Las presiones del confinamiento contra contagios del virus del SARS-CoV-2 han sido vistas por autoridades de Salud Pública y de Estadísticas como causantes hace dos años (2020) de un incremento en los casos de divorcios en República Dominicana al exacerbar contradicciones nupciales al calor de cercanías forzosas, tensiones y ocasionales pánicos, aunque ya antes en 2019 la relación matrimonios-divorcios seguía indicando que el 50% de las uniones naufragaba y el número de rupturas para esa fecha creció un 5.4%.
El panorama de la “Transformación social y familiar” presenta dos caras en el país: el promedio anual de divorcios certificado por el Registro Civil venía siendo de 18,333 con anterioridad a la pandemia, una marca superada en el 2019 cuando llegaron a 26,115 sin que se pudiera culpar al virus.
En cambio, en el lapso 2020-21 cuando los tribunales que procesan separaciones estuvieron cerrados por un tiempo para luego recuperar la normalidad, ocurrió la menor cantidad de pronunciamientos de sentencias de los últimos 20 años con 12,553. (cifra oficial).
Quizás se restañaron heridas antes de llegar al extremo del rompimiento de lazos por disponerse de un tiempo más extenso para las intimidades productivas.
Al entender del Departamento de Salud Mental del Ministerio de Salud Pública, partiendo evidentemente de una visión diferente con manejo de otros datos menos conocidos, los encierros en el hogar debieran ser vistos como causa de un incremento de los divorcios pero al menos (agregamos nosotros) solo en un segmento del 2020.
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Otro ángulo
En un porcentaje importante de casos, las parejas que a nivel nacional tenían algunas dificultades en sus relaciones no sucumbieron necesariamente aunque en sentido general el impacto de la covid-19 sobre la familia pareció mayor que al del resto de la sociedad no solo por las disputas conyugales que emergieran sino también por las pérdidas de seres queridos, el desempleo, la obligación de trabajar desde la casa y la imposibilidad de compartir con amigos.
La privación de docencia presencial que hacía permanecer interminablemente a niños y adolescentes en el domicilio, a veces sin herramientas ni capacidad para participar de la enseñanza a distancia, creaba condiciones más allá de lo normal para la fricción y el estrés.
Existe, sin embargo, la posibilidad de que los conflictos de parejas casadas quedaran, en muchos casos, enmascarados por el cierre judicial que imposibilitaba la formalización de los divorcios durante una parte del bienio de agudos contagios y defunciones. Sobre las consecuencias de tales coyunturas ha teorizado Eduardo Tavárez Guerrero, abogado y consultor legal.
Opinando sobre los divorcios en el país, sostuvo en un artículo de prensa, que las restricciones legales (incluyendo por vía de consecuencias la paralización de cortes) conducen frecuentemente a una «separación de cuerpos» que hace vivir juntos y sin compromiso a hombres y mujeres mientras no pudieran cambiar el estatus a solteros haciéndoles durar «más tiempo legalmente casados aunque el trauma de la separación fuera más prolongado«.
Adhesión a criterios
La psicóloga clínica local de más rating de audiencia como consejera abierta al público, Ana Simó, coincide con la posición de que la irrupción del coronavirus en República Dominicana ha llevado a vivir «la otra pandemia», que es la de la salud mental y que dispara las hostilidades entre parejas, altos niveles de ansiedad, trastornos del sueño y depresión.
Atestiguó recientemente que las parejas que tenían conflictos cayeron con el covid en una mayor tirantez e hicieron crecer las demandas de divorcios y se incrementaron las infidelidades cibernéticas, que son los casos que más han llegado a sus consultas por las huidas a contagios y pérdidas de libertad de movimiento que afectaron a la sociedad hasta hace poco.
Entrevistada para la televisión, recordó que “con el tiempo el amor se va desgastando”, y en momentos de crisis como la del covid-19 se disparan los conflictos en la vida matrimonial.
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Consecuencias distintas
Un estudio sobre «El progreso de las mujeres en el mundo 2019-20» auspiciado por la Organización de las Naciones Unidas halló que la disolución del matrimonio, separación de la pareja y la viudez en el tipo de sociedades en que encaja la República Dominicana empeoran la situación económica de las mujeres sobre todo si tienen hijos que cuidar.
Así lo destacó incluso la feminista estadounidense Gloria Steinem documentando que «la mayoría de las mujeres que tienen niños pequeños están a tan solo un hombre de distancia del bienestar».
El informe de la investigación sociológica también puso de relieve la desventaja que tras las disoluciones matrimoniales se manifiestan contra el lado femenino que destina buena parte de su tiempo al cuidado infantil y a las responsabilidades domésticas, con frecuencia a expensas de su propio beneficio económico y de su desarrollo profesional.
La indagación mediante encuestas en países similares a República Dominicana estableció también que abandonar una unión infeliz u opresiva puede atrapar a la mujer en escenarios de violencia que pongan en peligro su seguridad y su bienestar físico y psicológico.
El machismo atroz, con alto índice de feminicidios que caracteriza a la población criolla, avala la apreciación científica que en ese sentido hizo posible la ONU.
En cambio, en sociedades como la de Estados Unidos, a la que se han integrado cientos de miles y quizás un millón o más de ciudadanas dominicanas y sus descendencias del mismo sexo, puede ocurrir una mejoría de la situación económica de las divorciadas, lo que obedece al aumento de los ingresos por protección social y pensiones alimentarias para sus hijos y otros beneficios que les genera un sistema judicial al que los hombres no pueden manipular fácilmente a su favor.
Otro punto del informe final que todo buen conocedor de las relaciones más típicas entre hombres y mujeres de estas latitudes corroboraría, expresa que en países con bajo ingreso per cápita, visible aquí hacia los cuatro puntos cardinales, el final de la relación de pareja exacerba las condiciones de pobreza y fragilidad pues conlleva una división desigual de los bienes; y aquí formulamos una preguntan fácil de responder: ¿A cuál de los géneros suele tocarle la peor parte en esta sociedad?
Ruptura con otro hombre
La Iglesia católica, a la que la mayoría de los dominicanos dice adscribirse, no reconoce desde su propio sentido del derecho el acto de divorciarse con covid o sin covid.
Pero lo que sí viene ocurriendo tanto en este como en otros países es que existen tribunales eclesiásticos que anulan el estatus matrimonial sin dejar huellas jurídicas, como si no hubiera ocurrido nunca.
Y, según se sabe, lo está haciendo en cantidades.
Los fieles del catolicismo recuperan la capacidad de volver al altar por una segunda vez para una segunda esposa o esposo, librados de que les endilguen el haberse casado previamente, una anulación de lo anterior que les salva del estigma de bígamo o bígama que les tocaría desde el punto de vista religioso, si su disolución nupcial solo hubiera ocurrido civilmente.
El Vaticano siempre ha tenido reservada, para elites fundamentalmente, la opción de esgrimir motivos varios para demostrar que tales o cuales uniones, aun habiendo concebido hijos con previa pérdida de virginidad, no ocurrieron en la realidad o perdieron legitimidad total por «faltas personales».
Generalmente del mismo tipo de las que conducen a formalizar divorcios civiles.
Ese poder disolvente de las cortes vaticanas era ejercido desde mucho antes de que el papa Francisco entrara en el plano de restarle peso a uno de los dogmas de su milenaria institución cuando dijo: «Hay casos en que la separación es inevitable, a veces, inclusive, moralmente necesaria para sustraer a los hijos de la violencia y la explotación, y hasta la indiferencia y el extrañamiento».
Sus palabras elevaron el optimismo de los renegados de la fe que procedieron a preguntar si era que el Sumo Pontífice había optado por colocarse a favor del divorcio.
Los expertos extinguieron prontamente esa esperanza diciendo que simplemente, el Santo Padre, pionero como latinoamericano en el trono de San Pedro, solo aspiraba a poner a su iglesia más cerca de los temas cotidianos de la sociedad actual, negándose a cerrar los ojos a la realidad del divorcio, inocultable en estos tiempos.
Al efecto, uno de los opinantes librepensadores formuló la siguiente observación: Nadie puede discutir que las relaciones de parejas son mucho menos estables que en otras épocas y que las dinámicas han cambiado en muchos sentidos.
En la práctica moderna el descubrimiento por algún cónyuge de que su contraparte cayó en alcoholismo, adulterio, infertilidad o impotencia le permite, en el marco del antiguamente rígido catolicismo, abjurar quitado de bulla del «sí acepto» pronunciado ante el crucifijo para luego cohabitar y formar nueva carne.