Sin saber que decir, ni que contar después de cenar, aun soñoliento, me tiré de la cama. Serían las siete de la noche, más o menos, del lunes 19 y martes 20 de junio cuando me dispuse a escribir y terminar este artículo, que no se cómo llamarle.
El pasado fin de semana lo pasé bastante bien, no habiendo motivo de queja. El viernes celebramos el cumpleaños de mi consuegra Vicky en Casa de España, dando tumbos a la buena de Dios. El sábado me vi precisado y gustoso de hacer acto de presencia en un emotivo homenaje póstumo de reconocimiento que le rindiera la Junta Directiva del Club Deportivo de Arroyo Hondo, a nuestra inolvidable y siempre querido hermano Heri quien, por mucho tiempo, fuera un consagrado dirigente del Club, formando parte de su Directiva, habiendo hecho valiosas aportaciones al Club de sus amores como ingeniero arquitecto, sin remuneración alguna que no fuera su propia satisfacción del deber cumplido, destacándose, entre otras actividades tal fue la remodelación de la cancha de tenis y su entorno, la cual solía visitar jugando tenis, para luego pasar a compartir el dominó con sus compañeros, al menos cuatro veces por semana, disfrutado de una vida dichosa, plena, rebosante de salud, alegría y entusiasmo, practicando intensamente varios deportes, siendo el tenis uno de sus favoritos hasta aquel fatídico día que disparado en búsqueda de un remate en la cancha del Club, de repente cayó de bruces, tirado al suelo para no levantarse jamás, dejando huellas insondables de dolor y pena, siendo posteriormente honrada su memoria en un solemne acto de justo reconocimiento donde el local escogido fue bautizado con su nombre y apellido, Heriberto Scheker Ortiz, HERI.
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Recuerdo como hoy ¡como olvidarlo! que pocos días antes de su lamentable fallecimiento, Heri, como era costumbre fue a visitarme a mi oficina, ubicada en el mismo local que la suya, Condominio Denisse I, para contarme tantas cosas, entre ellas su fervor por el tenis que practicaba con entusiasmo, al igual que otros deportes. Le aconsejé entonces que llevara las cosas al paso, con calma, sin tener que recordarle que no debía excederse como lo hacía, estando su corazón afectado con graves daños.
Pero la vida es así. Nadie sabe el día y la hora que nos espera para pasar de una vida a otra, totalmente desconocida. Por eso lo más importante es saberla vivir. Vivir como lo hizo mí siempre querido y amado hermano Heri, que vivió sirviendo a los demás y fue querido y respetado como persona digna, alejada del mal, merecedora de distinción, honores y afecto. Tal como es hoy recordado por los tantos que les trataron y conocieron.