Todas las responsabilidades pesan, es decir, tienen una cuota de sacrificio. Aquí, reflexionando con ustedes ante la cercanía de la fiesta de San José, me detengo ante este misterio. Me pregunto qué habrá sentido José de Nazaret al saberse elegido para custodiar a Dios en la tierra.
Ser escogido para ocultar el misterio de la encarnación ayuda mucho a comprender su silencio. De hecho, su silencio no es cualquiera. Me atrevería a decir que más allá de ser profundo, lo hace elocuente y lo distingue del resto de los mortales porque en general, podría decir que todos pecamos por la lengua.
José, el carpintero, hacedor de muebles y creaciones temporales, creó con su obediencia una fortaleza nómada que circundaba la seguridad de Jesús, el hijo de Dios, el hijo del hombre, el Cristo y Salvador del mundo.
Acerquémonos a su persona y veamos su origen: San José era descendiente del linaje de David. Sin embargo, lo grandioso de su ser fue su fe, su fidelidad y su deseo de seguir los designios de Dios, por más difíciles e increíbles que pudieran parecer.
Era vital tener fe para cumplir con la misión que se le encomendó. José se convirtió en un hombre justo y fiel a Dios, creyendo y siguiendo los caminos divinos, incluso cuando implicaban retos enormes.
Al asumir la paternidad de Jesús, José tuvo que enfrentar decisiones difíciles, como huir de Belén para proteger a Jesús de la ira de Herodes. Posteriormente, al regresar a Nazaret, José desaparece en gran parte de los relatos evangélicos, excepto por algunos momentos clave, como la peregrinación a Jerusalén.
San José es conocido como patrón de los carpinteros y, por extensión, de todos los que trabajan en oficios manuales. También es patrón de la Iglesia Católica universal y de los trabajadores, entre otros.
Se presume que San José murió en los brazos de Jesús y María, razón por la cual se le pide ayuda para tener una buena muerte. También se le encomienda la protección de los padres de familia y de las personas indecisas.
Comparto una hermosa oración de Santa Teresa de Ávila en su honor para ofrecerla, sobretodo en su día: «Glorioso patriarca San José, cuyo poder sabe hacer posible las cosas imposibles, ven en mi auxilio en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las situaciones tan serias y difíciles que te encomiendo, a fin de que tengan una feliz solución. Mi bien amado padre, toda mi confianza está puesta en ti. Que no se diga que te he invocado en vano, y puesto que puedes todo ante Jesús y María, demuéstrame que tu bondad es tan grande como tu poder.»