Sanar con historias sistémicas

Sanar con historias sistémicas

Karina Pereyra

Vivos o muertos, reconocidos o excluidos, buenos o malos, todos los que forman el sistema familiar están siempre presentes.

La vida evoluciona para nosotros según la historia que nos contamos acerca de la parentela. Para el filósofo alemán Bert Hellinger, creador del modelo de las Constelaciones Familiares, “en una familia todos los miembros se hallan relacionados entre sí a través del destino”.

Si no somos conscientes del pasado, este suele tener mucho poder en el inconsciente. Todo lo que ocurrió antes, vive junto con nosotros.

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Esta es una idea muy ancestral, que Hellinger utilizó para desarrollar su trabajo terapéutico y representar en personas lo inconsciente, que nos mueve en la vida cotidiana.

Aunque es mucho más complejo, podemos decir en una forma sencilla que las Constelaciones Familiares tratan las conexiones que cada persona tiene con su familia en una o varias generaciones.

El sistema también incluye como “familia” a quienes han sido afectivamente significativos para el clan, ya sea favoreciéndolo (por ejemplo, la dulce nana que ayudó en la crianza de los hijos), o perjudicándolo (por ejemplo, el socio que hizo quebrar el negocio del abuelo).

Hasta que un miembro de la familia no logra incluir con amor lo sucedido, la historia buscará la manera de expresarse de distintas formas en las siguientes generaciones.

Por ejemplo, la nana “no reconocida” puede ser representada por una “madrastra” a quien no le da “su lugar”, a pesar de que hace muchas cosas por los hijos de la pareja.

El socio “no visto” puede ser representado por un nieto para el cual el dinero es “todo”.

Más allá de lo sistémico presente en las Constelaciones, la biología demuestra que llevamos el bagaje de lo anterior con nosotros.

Rupert Sheldrake habla de campos de memoria que acompañan a todo lo que existe, a los que llamó campos morfogenéticos, que permiten que cada miembro de una especie esté informado de todo el pasado, para que pueda avanzar.

Cuando conocí las Constelaciones, muchas de las historias que no lograba comprender, o mirar con buenos ojos, lograron acomodarse de un buen modo dentro de mí, dándole paz a mi alma.

La mayoría de las situaciones difíciles, dolorosas o trágicas que vivimos se deben a acuerdos inconscientes que enredan nuestro destino con el de algún miembro de la familia que ha sido excluido o tratado de manera injusta.

Una de las dinámicas más conocidas es la que se da entre el perpetrador y el perpetrado. Solemos juzgar, condenar y tomar partido entre uno de los dos, con frecuencia la víctima.

Hellinger comenta que el dolor busca llevar a todos los implicados a un ámbito nuevo o más amplio. Cuando esto ocurre, tanto la víctima como el victimario quedan libres y pueden pasar a lo próximo con el poder que han ganado en la experiencia.

Si el dolor permanece en alguna de las partes, o en ambos, se cierran las posibilidades, dificultando, retrasando, o deteniendo el cumplimiento del propio destino. Aunque se separen, quedan atados.

Todas las relaciones son circulares, algo empieza, algo termina. Cuando algo en el pasado no ha culminado, pasa a las generaciones siguientes buscando completarse.

En las relaciones circulares hay un origen y un final que da paso a algo nuevo. Cuando esto no se logra, la resonancia repetirá la situación hasta que le resuene a alguien, que tenga el valor para sanarlo. 

Por ejemplo, una muerte, una traición, una enfermedad o un destino trágico llega del pasado para ser visto, o va hacia el futuro buscando completarse.

Si observamos una especie vegetal o animal, su vida está al servicio de su grupo. El ser humano es igual. Su meta no es la realización individual, sino la colectiva.

Estamos al servicio de la vida a través de la propia existencia, y eso engloba lo del pasado y lo del porvenir.

Hellinger fue teólogo, educador, filósofo y psicoterapeuta. Utilizó su formación académica para investigar qué permite que las relaciones se experimenten desde el respeto y el amor, que nos brindan paz.

Sus estudios le llevaron a la convicción de que cada persona es parte de su sistema familiar, heredando de sus ancestros no sólo los rasgos físicos, sino también el carácter, los gustos, los gestos, el comportamiento, y hasta el aprendizaje. 

El psicomago Alejandro Jodorowsky dice que ser un animal humano (como todos) es fácil. Ser un ser humano auténtico es más complejo. Tenemos una inmensa tendencia a desconocernos, y mantenernos encerrados en la trampa de las lealtades familiares.

Cambiar significa deshacer los nudos que nos atan a la tribu y rescindir los contratos que hicimos con ellos. La propuesta hellingeriana da una respuesta a muchos de los conflictos no resueltos que las personas viven.

Por medio de las Constelaciones, los afectados por el destino compartido logran encontrar su lugar y ocuparlo. En este espacio puede encontrar la fuerza y el poder que se requiere para reconocer el “propósito” de lo que ha vivido. Cuando esto ocurre, la repetición cesa.

Una de las herramientas sistémicas que más uso en los cursos y talleres es el contar la historia desde un lugar de observador neutral del fenómeno que se presentó o se presenta.

La realización de un relato circular de la historia personal es una vía regia para recorrer el camino de retorno a lo genuino en nosotros.

Este recurso nos ofrece un camino para desenmascarar la imagen dañada que hemos guardado con celo en el inconsciente, y que se expresa en una falsa identidad que genera mucho sufrimiento.

La historia sistémica permite hacer una re-ingeniería del destino, redescubriendo el Ser que somos, para desde ahí expandirnos y ir hacia el mundo con un bien-hacer. 

Contar una historia nueva, en la que los implicados no son juzgados, nos permite crear un espacio seguro donde pueden surgir imágenes sanadoras, que sirvan de metáforas inspiradoras para el cumplimiento de una misión singular. La historia sistémica es útil para clarificar, inspirar, empoderar y guiar la identidad de las personas.

Al escribir una narración circular, hacemos un viaje de conquista de nuestra misteriosa mismidad, para vivir sin traiciones a nosotros mismos, o a otros.

Esta práctica, tomada del chamanismo, revela que el cambio humano empieza en el interior del espacio narrativo que se abre al observar y reinterpretar lo vivido desde la inclusión que nos permite el amor.  

Hellinger dice que podemos hablar de “paz” en un “campo mental” cuando todos los que “pertenecen” a él pueden ser “reconocidos” de la misma forma.

Escribir nos permite re-articular la historia que vivimos o interpretamos, para brindarnos el permiso de perdonar y sanar.

Además de activar la capacidad creadora, tomar conciencia de la propia valía y asumir en libertad el propósito para el cual hemos sido creados. ¿Las historia que te cuentas te están llevando a vivir lo que deseas?

Lo poco que sé es fruto de mi ignorancia. Sacha Guitry