La primera vez que visité Estambul fue en la Navidad de 1985, cuando siendo un estudiante de un curso de especialización en Restauración de Monumentos y de los Centros Históricos en Florencia (Italia), un grupo de estudiantes, decidimos pasar las Navidades en Atenas (Grecia). Luego de unos días en Atenas y otros lugares extraordinarios de Grecia, mi amigo y colega Aldo Lértora, de Lima, Perú, me convenció de tomar un vuelo y pasar los últimos días del año en Estambul. No hay forma posible de describir esa experiencia. Visitamos la ciudad inteligentemente, nos olvidamos que éramos turistas y hacíamos las cosas como si fuéramos simples ciudadanos de la maravillosa ciudad, bebíamos en té a la menta, fumábamos el narguile como los locales, se caminaba por el Gran Bazar, el Palacio Topkapi y terminamos el 31 de diciembre en una fiesta con la tradicional bailarina de danza del vientre.
Santa Sofía de Constantinopla es, sin lugar a dudas, el monumento más extraordinario de la arquitectura bizantina y los comentarios, de bizantinos, occidentales y musulmanes, que la han visitado, la han descrito como un ¨espectáculo de belleza incomparable¨.
La historia de la Megale Ekkesia (nombre con el que se conocía originalmente Santa Sofía), empieza a mediados del siglo IV, cuando, por encargo de Constancio II, un emperador partidario del arrianismo (conjunto de doctrinas fundadas por Arrió (256-336 d.c.) que se caracterizaban por negar la misma condición divina entre Jesús y Dios), se construyó esta iglesia en el corazón de la nueva capital, a poca distancia del palacio imperial y de la antigua iglesia de Santa Irene.
De esa primera iglesia, destruida en el año 404, por un incendio producido por los disturbios entre partidarios del patriarca Juan Crisóstomo, hoy solo queda el skeuophylakion, un ambiente destinado a albergar el mobiliario litúrgico, un edificio situado al noreste del ábside de la iglesia actual. La planta del edificio puede haber sido de tres o cinco naves, con las características de las iglesias construidas por Constantino (272 -337) en Roma, o a planta central debido al limitado espacio disponible en la zona.
Santa Sofía fue reconstruida por orden de Teodosio II (401-450) y consagrada en 415. De esta quedan huellas monumentales más tangibles, que surgieron durante las excavaciones del siglo pasado, gracias a las cuales se reconstruyó parte del propileo de entrada.
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La iglesia teodosiana tuvo una vida corta, fue destruida en la revuelta ¨Nika¨ (rebelión popular en la ciudad de Constantinopla) en enero 532. En febrero del mismo año comenzó la reconstrucción deseada por Justiniano, quien proporcionó los fondos económicos y el personal para proceder en tan solo cinco años a construir un monumento de extraordinaria belleza. Un testigo importante: Procopio di Cesarea en su libro del De Aedificiis (Santa Sofía de Constantinopla: un templo de Luz), ofrece una descripción de gran intensidad y competencia. Procopio nos indica los nombres de los dos ¨mechanikoi¨(arquitectos).
Antemio de Tralles (474-534) e Isidoro de Mileto (442-537). El emperador les encarga la preparación de los dibujos (indalmata) y dirigir las obras. El cronista nos narra los detalles de la técnica constructiva y las dificultades que surgieron en el levantamiento de los cuatro gigantescos pilares y arcos que sostienen la cúpula, Procopio nos presenta el extraordinario organismo de la cúpula que flota, suspendida en el aire, efecto aumentado por el gran número de ventanas abiertas en su base, a través de las cuales irradia siempre la primera luz del día. La Cúpula que describe Procopio se perdió en el colapso del arco oriental que se produjo tras una serie de terremotos en mayo de 558. La construcción de la nueva cúpula se inició inmediatamente con gran velocidad gracias a una comisión de expertos dirigidos por Isidoro el Joven.
Este hizo levantar los contrafuertes externos y ensanchó los intradós de los grandes arcos, para conservar lo más aproximado posible el diámetro de la imposta de la cúpula originalmente calculada. El resultado es una cúpula menos espectacular suspendida sobre el ¨naos¨ (interior), siete metros más alta que la precedente. Así reconstruida es la cúpula que ha sobrevivido hasta el día de hoy.
La planta de la Iglesia desde el nivel del terreno se lee como una estructura a tres naves, las laterales más estrechas y la central enorme y luminosa. Los cuatro pilares principales de 23 metros de altura, configuran un gran espacio cuadrado de 31 metros de lado. Estos elementos estructurales actúan como elementos de transición para pasar de la base cuadrada a la base circular de la cúpula. Al este y al oeste, la cúpula está reforzada por dos semicúpulas, que descansan sobre pilares más pequeños.
Hagia Sophia domina el distrito de Fatih en el mahalle de Sultanahm, y toda la ciudad desde el punto más alto. Para su construcción, Justiniano trajo materiales preciosos de todo el Imperio, y además de arquitectos, invitó a matemáticos y calculistas, para hacerla perfecta desde el punto de vista estático, 10 mil personas participaron a la construcción. Santa Sofía no solo ha superado cambios de rumbo políticos y religiosos, sino también terremotos, incendios, saqueos, profanaciones. Después del asedio de Constantinopla, en 1453 fue convertida en la mezquita de AyaSofya. Sus torres ¨minaretes¨ fueron construidos en estos años. Entre el 1847 y el 1849 el sultán Abdul Mejid I ordenó una importante restauración bajo la dirección del arquitecto (suizo ticinese) Gaspare Fossati y su hermano ingeniero Giuseppe Fossati. El 13 de julio de 1849, al terminar la restauración, la mezquita se abre al culto islámico.
En 1934 el presidente turco, fundador de la República de Turquía, Mustafa Kemal Atatürk, transforma el edificio en Museo. Museo que actualmente es Patrimonio Mundial de la Unesco.
Describir esa maravilla de la arquitectura bizantina es casi imposible en pocas líneas. La emoción, las sensaciones, los olores, el canto del Muecin, que desde lo alto de los minaretes nos invita cinco veces al día a la oración, son experiencias difíciles de transmitir en un texto.
Primero Catedral cristiana, luego Mezquita y luego Museo. HagiaSophia en Estambul ha sido muchas cosas a lo largo de los siglos, recientemente (verano 2020) se habla de volverla de nuevo un lugar de culto musulmán (mezquita), esta maravilla arquitectónica se ha adaptado, cambio tras cambio, a las evoluciones de su país, inmensa y suntuosa mirando con firmeza la ciudad que la acoge desde hace siglos. Obra arquitectónica sin precedentes, creada para celebrar la sabiduría Divina, con un derroche de mármol y materiales preciosos, obra única, maravilla de la antigüedad destinada a permanecer en la leyenda, dejando a la posteridad una obra extraordinaria. Con el paso de los años no ha perdido el mito de lugar donde todo puede suceder, incluso milagros. Todavía hoy cuenta la leyenda que, si bebes tres veces seguidas del pozo de la sala principal, todas las enfermedades se curarán, y, pasar delante la columna llorosa que se mantiene mojada (me imagino por efecto de la humedad), se obtiene un bienestar inmediato.