Ciudad desmesurada, al fin y al cabo, la capital de la República es un mosaico de piezas inconexas que pone a individuos, familias y entidades sociales a compartir la estrechez de espacio y bajo agresiones ambientales. Cotos industriales de procesos contaminantes y gruesas operaciones de transporte por vías angostas han venido surgiendo a la vera de comunidades urbanas de características muy distantes, de apacibles desenvolvimientos para legítimos fines de lucro o para cultos religiosos y propósitos educativos o habitacionales.
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Conjunción lesiva a la mayoría de quienes en diversos sectores están atrapados en condiciones contrarias a una existencia saludable física y emocionalmente. Existe un desarrollo económico, mayormente fabril, nacido de la ausencia de normas que protejan a los habitantes en el muy poblado Gran Santo Domingo, de cuya permisividad procede arrepentirse. Es reciente el interés oficial de trazar un plan maestro para aplicación coordinada con ayuntamientos para que ningún palmo territorial sea destinado a usos que irradien daños a entornos o supongan amenazas a sedes y alojamientos cercanos por manejo de materiales que puedan originar emanaciones de alta toxicidad o inflamarse. El plan de retiro hacia las afueras de instalaciones contraindicadas para la vida urbana incluye la pauta de propiciar que se radiquen preferiblemente en las cercanías de la avenida de Circunvalación que atraviesa extensos terrenos yermos que desde ya deben quedarles reservados.