La aparición de seis cadáveres de neonatos tirados frente al cementerio Cristo Salvador, como si fuera basura que un munícipe indolente botó en el primer lugar que encontró, provocó horror y consternación en todo el que se enteró del macabro hallazgo. Pero desde que se conocieron los primeros detalles de lo que ocurrió el horror y la consternación se convirtieron en indignación, pues los involucrados se desligan de toda responsabilidad lavándose las manos.
La directora del hospital Ciudad Juan Bosch, donde fallecieron los neonatos por distintas causas, asegura que cumplió con el debido proceso en el manejo de cadáveres y que tiene pruebas documentales de que los entregó a una funeraria con la cual tiene un contrato para ese servicio. Pero el propietario de la funeraria, ubicada en la Zona Universitaria, también se desliga de toda responsabilidad, pues afirma que el chofer que recogió los cuerpos en el hospital se los entregó al zacatecas del cementerio, conocido solo por el sobrenombre de Grillo y a quien la Policía trata de ubicar para interrogarlo.
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¿Es ese el procedimiento, que un chofer le entregue los cuerpos a un zacatecas y sin asegurarse de que los enterró se va por ahí mismo? Ayer el director del Servicio Nacional de Salud, Mario Lama, reiteró que en el hospital se cumplió con el protocolo, pero previamente, en un comunicado de prensa, el ayuntamiento de Santo Domingo Este informó que en el caso se incumplieron todos los protocolos establecidos para la sepultura en el campo santo. Y explicó que los centros de salud y los prestadores de servicios funerarios deben hacer una entrega formal, documentada, y presentar los cuerpos en condiciones dignas. ¿A quién creerle?
Esperemos que las cosas terminen aclarándose y se establezcan las debidas responsabilidades, que ojalá, como ha pasado en otros casos, no recaigan sobre la parte más débil, que es por donde siempre se rompe la soga: un zacatecas que ni siquiera tiene nombre.