Fue proclamada patrona de las obras sociales por el Papa Juan XXIII. Para dedicarse a los pobres, marginados, vulnerables, fundó las Hijas de la Caridad que según San Vicente de Paúl, inspirador y guía, tenían por monasterio “las casas de las enfermas, por celda una habitación de alquiler, por capilla la iglesia parroquial, por claustro las calles de la ciudad”.
Enseñó a sus discípulas que servir a los pobres es lo mismo que servir a Jesucristo porque ellos y Cristo son la misma realidad.
Revolucionó la atención en hospitales, fundó orfanatos, hogares para recién nacidos abandonados, asilos, casas de adopción, instituciones psiquiátricas y otros centros, en la Francia de su época.
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Su obra se extendió a la República Dominicana. Sus congregadas se hicieron presentes en 1952, solicitadas, paradójicamente, por el dictador Trujillo quien las extraditó años después al enterarse de críticas de las monjas a su régimen. Algunas lograron evadir la persecución y permanecieron en el país. El número de Hermanas de la Caridad fue creciendo con el ingreso de dominicanas.
De Santa Luisa de Marillac conversan sor Josefina Almánzar, “Hermana sirviente” o superiora de la Casa Provincial, dulce y sencilla a la que siempre adornan disposición y sonrisas, y Roselín Jiménez, la erudita, que dirige el Hogar Renacer, en Villa Mella. Son miembros de la Compañía Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac.
En la Casa Provincial, en la avenida San Martín, no solo funcionan el politécnico de educación superior y la escuela primaria, sino que es el techo de las hermanas ya mayores y punto de encuentro de religiosas de la orden “que conforman la nueva provincia del Caribe: Santo Domingo, Cuba, Haití, Puerto Rico y Miami”, explica sor Roselín.
Más obras
Cada hogar es sorpresa, por la cantidad y diversidad de frutos de estas religiosas cuyo carisma es “servir a Cristo en las personas de los más pobres”.
Tienen el Hogar Escuela Rosa Duarte. En sus inicios fue “Granja Angelita”. Es un internado para huérfanas de familias de escasos recursos.
También la Casa Rosada, dedicada a atender niños contagiados de VIH abandonados en hospitales, parques, zafacones…
El Hogar Renacer, surgido como respuesta a los abusos sexuales y maltratos a la niñez, “con el fin de ofrecerles un espacio terapéutico donde además se les proporciona un servicio integral que les permita sanar las secuelas del abuso, reinsertarse en la sociedad y contar con un círculo de apoyo…”, sostiene Jiménez.
Están, además, el Hogar Escuela Luisa Ortea, en Puerto Plata; Hogar de Ancianos María Claret, hospital San Vicente de Paúl, Liceo Técnico Profesional San José, Escuela La Altagracia, en Barahona, Escuela La Milagrosa, en San Pedro de Macorís. Sirven también en Vicente Noble y San José de los Llanos y tienen casa de retiros en Villa Mella. En La Milagrosa se ocupan de mayores haitianos.
“Las Hijas de la Caridad, afirma sor Josefina, no tienen ojos ni corazón sino para los pobres, se consagran a Dios para servirles y cada vez que lo hacen afirman ver al mismo Cristo en ese rostro sufriente…”.
A pesar del andador, las muy ancianas se desplazan por los jardines con una sonrisa, como si la alegría fuera otro de sus admirables dones. Sonríen siempre, como sor Socorro Burgos, asesora Nacional de la Medalla Milagrosa, devoción mariana nacida en Francia. En este momento es encargada de la enfermería.
La congregación necesita cooperación para las necesidades de las afectadas. Y necesita jóvenes que conozcan el llamado a consagrarse.
Santa Luisa nació en París el 12 de agosto de 1591, hija natural de Louis Marillac. No conoció a su madre. La educó una tía dominica. Fue comprometida con Antoine Le Gras y concibió un hijo, Miguel. Tras la muerte de su esposo abrazó la vida religiosa. Falleció el 15 de marzo de 1660. Fue beatificada en 1920, canonizada en 1934 y proclamada patrona de las obras sociales en 1960.
Dejó a sus hijas como legado: “Vivan en gran unión y cordialidad, amándose mutuamente y teniendo gran amor y cuidado por el servicio a los pobres”.
La calle
El 10 de junio de 1964 el Ayuntamiento del Distrito Nacional tomó en consideración los méritos de la monja parisina y “la notable labor de bien público” que desarrolló una de sus congregaciones en el ensanche San Lorenzo de Los Minas y denominó Santa Luisa de Marillac la entonces calle “Carrera H de ese sector.