Ocultar, como hace el dictador Nicolás Maduro, las actas de elecciones celebradas en la hermana república de Simón Bolívar para retener el poder a sangre y fuego es confesión de un crimen de lesa humanidad contra un pueblo heroico puesto que existen y son de dominio público por expedición legal del ente organizador de los comicios, los documentos que certifican en calidad de copias autenticadas, el triunfo de la oposición. Los aniquiladores la democracia en Venezuela no tuvieron tiempo de impedir que los verdaderos resultados escaparan hacia la luz en confirmación para la historia de una traición a esa noble nación y de flagrante violación a normas universales de respeto a la dignidad humana que no se detienen ante ninguna frontera. Un ultraje que coloca a sus autores en una proscripción irrevocable hasta que, retrospectivamente, los secuestradores del soberano fallo emitido por los venezolanos en las urnas pase sin apelaciones, a regir sus destinos. Como precedente, debe impedirse este intento de regreso en alianza de los fantasmas de Trujillo, Pinochet, Pérez Jiménez, Fulgencio Batista, y otros verdugos más de la oscura noche de las tiranías más deshonrosas de América Latina durante una específico ciclo cercano.
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Otros Estados soberanos y practicantes a la democracia deben sumarse al espontáneo rechazo a la espuria reelección de Nicolás Maduro lanzado a sojuzgar a un país que se sumó con heroicidades a los dominicanos en una anterior lucha por la libertad.