Segunda Entrega: siempre volvemos al agua

Segunda Entrega: siempre volvemos al agua

Maremoto, de Pablo Neruda.

“Maremoto” es un poemario de Pablo Neruda que tengo en mis manos desde abril de 2014 cuando visité La Sebastiana, en Valparaíso, una de las tres famosas casas del Nóbel de literatura. El libro reproduce los grabados originales de la artista sueca Carin Oldfelt, que inspiraron a Neruda para escribir los poemas.

La primera edición de Maremoto se publicó en 1970 por la Sociedad de Arte Contemporáneo, y constaba de 110 ejemplares, incluyendo el manuscrito original. La edición que refiero es la de 1991, en rigor, y según su prologuista Raúl Zurita, “la verdadera primera publicación con que este singular libro de Neruda sale efectivamente a la luz”.

Maremoto alude a la naturaleza de Chile. “(…) serán esos frutos del mar, entrevistos en el repliegue de las aguas, los que Neruda celebrará en estos poemas”.

El mar se hace historia, luego literatura

“Cuando profundizas en la naturaleza humana, ¿qué hallas en el fondo? Quien escribe es Iris Murdoch, una de las más grandes escritoras irlandesas del siglo XX que incursionó además de la novela, en el ensayo, la poesía y el teatro.

“El mar. Podría llenar un volumen simplemente con mis imágenes verbales de él”. Con “El mar, el mar”, la más conocida entre sus 26 novelas, Murdoch ganó el premio Booker. Este primer acercamiento a su prosa me obligó a buscar sus otras novelas y hacer espacio en el anaquel: “Me siento inocente y libre. Quizá sea por nadar tanto”.

Intensa y extensa, “La catedral del mar”, la primera novela del español Idelfonso Falcones es devorada con la ferocidad de un tiburón hambriento y aburrido por un inacabable enero de 2015. Aun así, no atiné a atragantarme con la serie televisiva que sucedió el éxito de la absorbente novela, “la más fascinante y ambiciosa recreación de las luces y las sombras de la época feudal”.

De enero a diciembre de 2015 leí mucho, no solo por las dos extensas novelas de Murdoch y Falcones, sino porque volví a la narrativa japonesa, esta vez a la de Banana Yoshimoto, de quien ya había leído algunas de sus novelas. Con “Tsugumi” Yoshimoto deja entrar a los personajes “de un lugar idílico frente al mar en la península de Izu” en mi colección temática.

De Yoshimoto pasé a la narrativa sobrecogedora, dolorosa, de Julie Otsuka en “Buda en el ático”, la novela en la que el mar “se elevaba y caía” y las mujeres desarrollaron “una frialdad interior que aún no se ha derretido”.

Los clásicos no pueden faltar en una colección sobre libros que giran en torno al mar. Una hermosa edición de tapa dura y magistral diseño conmemoraba los 125 años de la primera edición de “La isla del tesoro”, de Robert Louis Stevenson. Lo recibí en agosto 2015 como regalo de cumpleaños. Tras éste, otro tesoro: “Relatos del mar”, de Colón a Hemingway, una incomparable antología que reúne textos de ficción y de no ficción y que “pretende reflejar la belleza del mar, su misterio y crueldad, así como la fascinación que ha ejercido siempre sobre el ser humano”.

“Aspirando el aire como un pez desesperado”, diciembre 2015 se cierra con “Primero estaba el mar”, del colombiano Tomás González y con “Seis peces azules”, novela de aventura del periodista español David Tejera: “Nadar tiene sus cosas buenas; una de ellas es que nadie puede verte las lágrimas”.

De vuelta al mar

“Yo mismo parecía un pez nadando libre de acá para allá en el mar, pero al cabo de un rato descubrí que yo también era un pececito prisionero en una enorme pecera”. Una edición hermosamente escrita e ilustrada por Jimmy Liao reafirma mi fascinación por este tipo de literatura, mitad infantil mitad adulta.
En 2006, “El pez que sonreía” obtuvo premio especial al Mejor Cortometraje de Animación del Festival Internacional de Cine de Berlín. Liao, que dejó la publicidad para dedicarse a escribir y dibujar sus propias historias en un tono poético y existencial, “descubre en su obra la cara oculta del mundo: el silencio, la angustia, la soledad y la nostalgia”. Encontré el libro en una tienda de buceo en Key West, en abril de 2018.

Simbad el marino consigue, en agosto 2018, sumergirnos en un apasionante viaje en el que literatura y fotografía se funden en el mar de la mano de la escritora Siri Hustvedt y el fotógrafo iraní Reza, para lograr una exquisita edición de” Ocho viajes con Simbad”.

Entre 2018 y 2022 las olas del mar arrastrarían hasta mi anaquel magníficos autores: Muriel Barbery me hizo comprar dos ediciones de “La elegancia del erizo”. Luego vi la excelente adaptación al cine, aún con la habitual sensación de perder alguna cosa.

Con Lisa Lee recreo cada experiencia de buceo vivida en “la isla de las mujeres del mar”; con Amitav Ghosh toca poner proa en un “Mar de amapolas” para “comprobar cuánta de la fosforescencia del mar podría encender”. Y con “Ru”, que en vietnamita significa “canción de cuna” compruebo que en la escritura de Kim Thúy “hay un contraste entre el horror y la belleza”.

Vuelvo “al bramido de las olas gigantescas”. Vuelvo a Japón. Vuelvo a Mishima, esta vez con “El marino que perdió la gracia del mar”. Doy un paseo marítimo junto a “La tortuga ciega y el madero flotante”, de Naoya Shiga. Y en noches tranquilas y otoñales navego junto a “El pez en la luna”, de Shion Miura.

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