POR LA EDUCACIÓN. Gracias, a Manuel Matos Moquete, por todo lo que ha hecho por las letras, por la educación y por el engrandecimiento moral de esta patria mil veces gloriosa y entrañable.
D. Eduardo Selman Hasbún,
Ministro de Cultura
D. José Luis Corripio Estrada,
Presidente de la Fundación Corripio
D. Manuel Matos Moquete,
Premio Nacional de Literatura 2019
Señores miembros de la Fundación Corripio
Señoras y caballeros:
Recibir el Premio Nacional de Literatura tiene sus rasgos cabalísticos. Son siempre varios los candidatos que se hallan en las quinielas. Sé de algunos cuya designación se barruntaba, que desde los comienzos de esta tradición entraron en las ternas. Todos consideraban que pronto lo recibirían por decisión unánime. Sin embargo, murieron mereciéndolo. Tal el caso de nuestro inolvidable poeta Freddy Gatón Arce. Otro hubo, que, habiéndolo obtenido falleció en una imperiosa intervención quirúrgica y no pudo estar en la solemne ceremonia de entrega. Tal el caso del poeta y ensayista notable Antonio Fernández Spencer. En cualquier caso, para nuestro amigo, Manuel Matos Moquete, el premio le llega en buena hora. Enamorado de la vida, henchido de proyectos, y dando a la estampa cada vez nuevos libros. Hace apenas unos meses echó al ruedo dos nuevas obras surgidas de su caletre: Narratividad del saber humanístico y Discurso y acción: Manolo, Caamaño y El Moreno. No es, pues, este el premio a un jubilado ni a un piloto que ha entrado en barrena, sino a una realidad viva.
En sus novelas se halla esparcida toda su vida. Le tocó vivir los años postreros de la dictadura de Trujillo y de la Guerra Fría. Años convulsos de cambio y represión. Quizá la mejor definición de aquellos años desgarradores, son los inolvidables versos de Manuel del Cabral “En una esquina está el aire, de rodillas, dos sables analfabetos lo vigilan”.
Como en aquel cuento de Jorge Luis Borges, he imaginado el encuentro entre José Antonio y Manuel Matos Moquete. Eran dos hombres distintos. Uno de veinte años y otro de sesenta. El joven miraba a su doble con la cabeza blanca, y su rostro castigado por el tiempo. No compartía las ideas del hombre de edad. Ambos se hallaban en una cafetería frente al puente San Carlos de Praga. El hombre de veinte años, le dice al mayor que mañana partiría a iniciar una guerrilla en Santo Domingo. El viejo le dice al guerrillero. Todo eso pasará. Estudiarás letras en la Universidad de Censier Daubenton, en la Sorbonne. No volverás a Cuba. Tus compañeros morirán en la autopista de Las Américas, la guerrilla a la que perteneces se perderá en las montañas de Ocoa, Caamaño será capturado y fusilado, y tú serás detenido.
–Cállese, no voy a escucharlo. Usted es un representante de la burguesía; yo soy un representante de la Revolución.
Ambos se despidieron en el puente San Carlos de Praga. No se volvieron a ver. Y se encontraron definitivamente en sus novelas, en Las antimemorias, en Los Amantes de abril, en Dile adiós a la época, en Los pobladores del exilio y en El atascadero.
Al examinar esta vida, me vienen a la mente las palabras de un discurso memorable de Francois Mitterand, donde se expresa la inutilidad del temperamento de guerra civil que tantos odios inútiles sembró en las sociedades. Nosotros no somos los buenos. Y ellos no son los malos. Incluso si ellos consideran que nosotros somos los malos y ellos los buenos. Nosotros debemos unirnos.
Y en ese gesto profundo subyace la singularidad de la obra de Manuel Matos Moquete.
A partir de entonces comienza a desarrollarse una obra tenaz, laboriosa, incansable, llevada con un alma de monje franciscano. La obra de Matos Moquete puede clasificarse en cuatro vertientes:
1. Una vastísima cantera literaria que compendia las novelas En el atascadero, Dile adiós a la época, los pobladores del exilio, Larga vida, los amantes de abril, El coloso y el mar, La avalancha y las antimemorias, el libro de poemas, Abismos y la colección de relatos mudanza y acarreo y El regreso de Plinio el Mesías
2. Una obra de filólogo que reúne un haz de ensayos sobre diversos autores literarios: Cultura de la lengua (1986), la dominicanidad indignada en los cuentos de Juan Bosch (2009), Estudios translinguísticos (2008), Claves para el análisis de un poema. Hay un país en el mundo (2005), El discurso literario en la literatura de la América Hispánica (1992)
3. Una obra de testimonio, memoria de una época. Entran en esas casillas sus ensayos La espiral de los tiempos (1998), Caamaño, la última esperanza armada (2002), Artículos de temporada (2011)
4. Y, finalmente, una obra de lingüista; pero no de la lingüística teórica no es otra que la exposición de un catedrático sobre lo que ha dicho muy doctamente otro catedrático, sino la lingüística aplicada a la enseñanza de la lengua, y , postreramente, le ha dedicado varias obras al análisis del discurso político. En el primer renglón, nos tropezamos con su obra Cien años en la enseñanza del español en República Dominicana. Y, parejamente, con la prolija documentación de sus programas de enseñanza y la montaña de legajos producidos por la maestría de enseñanza del español que ha dirigido por veinte años. La otra vertiente de su obra corresponde al análisis del discurso político, y en esa guisa, ha dado a la estampa: El habla coloquial de Hipólito Mejía (2003), El lenguaje del progreso en el discurso de Leonel Fernández (2008), Propuestas, valores e ideología en el discurso político dominicano (2009), El discurso de juramentación presidencial (2014), Estrategias de captación de la voluntad popular en las elecciones (2006). Este no es, pues, un premio a novelista a secas, ni a un ensayista a secas sino a un hombre de letras.
Sé que es un hombre sencillo, alérgico a los homenajes y a las carantoñas. Que trabaja cada día sin descanso, con entusiasmo y alejado de las pompas. Por todo ello, quiero concluir estas notas, con una cita del libro Las palabras de Jean Paul Sartre que encaja plenamente en la tramoya de esta vida ejemplar.
Lo que me gusta de mi locura es que me ha protegido, desde el primer día, contra las seducciones de la élite; nunca he creído ser el feliz propietario de un «talento»; mi único objetivo era el de salvarme por el trabajo y la fe. Nada en las manos, nada en los bolsillos. Como consecuencia, mi pura opción no me elevaba por encima de nadie: sin equipo, sin herramientas, me he dado por entero a la tarea para salvarme completamente. Si coloco a la imposible Salvación en el desván de los trastos viejos, ¿qué queda de mí? Todo un hombre, hecho de todos los hombres y que vale lo que valen todos y lo que vale cualquiera de ellos.
Creo que en estas palabras se halla expresado el talante y la hombría de bien del hombre que hoy recibe el máximo galardón de las letras dominicanas. Gracias, a Manuel Matos Moquete, por todo lo que ha hecho por las letras, por la educación y por el engrandecimiento moral de esta patria mil veces gloriosa y entrañable.