Sentencia histórica, pero inhumana

Sentencia histórica, pero inhumana

La Justicia Divina se fundamenta en la misericordia, el Papa Francisco da testimonio de ella. En cambio, la Justicia del hombre es esencialmente inhumana, brutal, como la sentencia que pesa sobre los acusados de la trama criminal de los sobornos de Odebrecht.
Reitero mis dudas respecto a que el populismo influyera en el dictamen pronunciado por el juez Francisco Ortega Polanco, pero ha sido cruel, pues su decisión adolece de la piedad inherente al fallo de un magistrado justo.
El ingeniero César Sánchez, hospitalizado de emergencia, está en un extremo de esa crueldad; desconsiderado, nadie tomó en cuenta su pertenencia a la comisión oficial que indaga la transparencia del Proyecto Punta Catalina para apresarlo espectacularmente, e imponerle coerción de tres meses a un hombre de limpio historial.
Ángel Rondón, un exitoso empresario de larga carrera, se sitúa en el otro extremo de tal ferocidad. Un año de coerción contra de una persona que, como él, cooperó abiertamente con la Procuraduría, es a todas luces una medida exagerada. El Artículo 122, título I, sobre las normas generales de la coerción, dice; “Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personal”. La coerción tiene carácter excepcional y solo puede ser impuesta por el tiempo absolutamente indispensable y para asegurar la presencia del imputado en el procedimiento”. Todos garantizaban esa seguridad. Más aún: los acusados del fraude de Baninter, estimado en el 2003 en RD$50,000 mil millones, permanecieron libres hasta la sentencia.
Entre Sánchez y Rondón está el resto de los imputados, encarcelados bajo el eufemismo peligro de fuga. Para tal peligrosidad el código procesal considera: arraigo en el país, determinado por el domicilio, residencia habitual, asiento de la familia, de sus negocios o trabajo.

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