Estoy en deuda con mi padre por vivir, pero con mi maestro por vivir bien.
Alejandro Magno
La mayoría de las personas no se consideran a sí mismas “maestros”. “¡¿Yo, un maestro?!”. Elmédico y antropólogo italiano Paolo Mantegazza creía que “cuando hayamos aprendido debemos enseñarlo a quien nada sabe todavía; de este modo pagamos una deuda sacrosanta”. No sé exactamente cuándo, pero en algún momento la gente empezó a llamarme “maestra”. Aunque alguna parte de mí lo asumía, realmente me costó mucho darle un buen lugar a esa consideración.
En el judaísmo, “enseñar” debe ser una forma de vida que honra la sabiduría de Dios en nosotros. La palabra enseñar viene del latín insignare. Compuesto de “in” que significa “en” y “segnare” que se traduce como “señalar hacia”, y se relaciona con “instruir”, “iluminar”, “indicar”, “dar señales” que dirijan a una cosa, “mostrar” o “exponer” algo, para que sea visto y apreciado. Según la RAE, se llama maestro a la persona que enseña una ciencia, arte u oficio, o tiene título para hacerlo.
Enseñar es tocar el corazón de alguien, para guiarlo a apreciar aquello que exponemos. Instruir es una manera de crear un lazo perdurable con otra persona. El autor estadounidense Mitch Albom escribió: “Estás aquí para que yo te pueda enseñar algo. Todas las personas con las que te encontrarás aquí tienen una cosa que enseñarte”, y continúa diciendo que todos estamos relacionados. Que uno no puede separar una vida de otra más de lo que puede separar una brisa del viento.
Hace unos días, un amigo con quien tenía mucho tiempo que no conversaba me hizo una llamada telefónica. Luego de ponernos al día me dijo que se había alejado de mí porque para él yo era una persona común, no una “maestra”. Me dijo que yo tenía mucha gente que me adulaba y que él no sería uno de esos. Decidí no ir en la dirección a su comentario y seguimos conversando de otras cosas.
¿Quién es un maestro? La palabra proviene del latín magister, compuesto por la palabra magis que significa más y el sufijo contrastivo ter, y se utiliza para nombrar a quien se destaca por compartir con otros lo que ha aprendido. Todos somos alumnos y todos somos maestros.
Cada encuentro que tenemos con alguien es una oportunidad para compartir, intercambiar experiencias, historias, recursos y ser mejores a partir de lo que hemos enseñado y aprendido. Personalmente, disfruto mucho las relaciones en las que la generosidad está presente ¿Imaginas que alguien conozca la cura para el coronavirus y no lo comunique? ¿En qué tipo de persona se convierte alguien así? Quien ha comprendido algo y no lo comparte, ¡es igual! La mezquindad es un modo de decir: «no me importan los demás». Si reconocemos que toda vida está interconectada ¿Desde qué lugar actúa una persona que haga eso? Desde su sombra.
El sabio Aristóteles dijo: “Enseñar no es una función vital, porque no tiene el fin en sí misma; la función vital es aprender”. Lejos de molestarme, el comentario de mi amigo me llevo a reflexionar. Me siento honrada de poder dirigir una escuela de sabidurías ancestrales, en la que compartimos recursos comprobados para el despertar y expansión de la conciencia. He dedicado 29 años de mi vida a comunicar las herramientas que han transformado mi vida, y la de miles de personas que han depositado confianza en mi práctica terapéutica. Al mismo tiempo, estoy en constante formación para mejorar la calidad de mi trabajo.
Comunicar lo que creemos que sabemos es la mejor manera de aclarar nuestra mente y pensamientos. Enseñar va más allá de transmitir información, implica conectar con el otro de tal modo, que seamos fuente de inspiración para la toma de acciones.Además de transmitir una idea que los demás puedan apreciar, se requiere promover cambios que mejoren sus experiencias y relaciones. Louise Hay dice que todos somos maestros y todos somos alumnos. Para ella, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿Qué vine a aprender aquí y qué vine a enseñar?
En incontables ocasiones, cuando estoy transmitiendo algo estoy maravillada con lo que surge. Amo las preguntas. Me invitan a examinar las ideas de un modo concienzudo, ser canal para la progresión lógica, y alumbrar una nueva comprensión que me deja más clara o me lleva en una nueva dirección para empezar otra aventura reflexiva.
El maestro sufí Idries Shah dijo: “Las personas más difíciles de enseñar pertenecen a tres tipos: los que se complacen por haber logrado algo; los que, después de aprender algo, se deprimen por no haberlo sabido antes; los que se sienten tan ansiosos por sentir que progresan que dejan de ser sensibles al progreso”.
El maestro es la persona que dedica su vida a compartir sus conocimientos con los demás. Enseñar es permitir que el otro entre en contacto con aquello que de algún modo ya conoce, y acompañarlo en el proceso de redescubrirlo por sí mismo. Al enseñar algo, junto con la información entregamos un poco de nuestra propia alma. El premio nobel de física Albert Einstein decía: “Yo no enseño a mis alumnos, solo les proporciono las condiciones en las que puedan aprender”.
Educar es una forma de agradecer todo lo que se ha aprendido, sabiendo que cada experiencia es una oportunidad que se nos ha entregado para desplegar nuestro potencial interior. En las comunidades indígenas, ningún anciano se arriesga a morir sin haber enseñado a otros lo que ha aprendido. El destacado psicoanalista y filósofo humanista de origen judío alemán Erich Fromm expresó que “el propósito principal en la vida del hombre, es dar nacimiento a sí mismo. Convertirse en lo que potencialmente es”. Ser maestra es un oficio que disfruto y agradezco cada día. Ser alumna me llena de alegría y motivación. Me siento honrada de ser maestra y también de ser discípula. Gracias amigo por motivarme a reflexionar y a escribir esto.