El Presidente Danilo Medina debe sentirse plenamente satisfecho tras haber alcanzado el hito de ser candidato a la reelección, proclamado por su archirrival PRD, el otrora “partido de la esperanza nacional”.
El mandatario figurará en el lugar número 1 de la boleta electoral, la blanca con el histórico jacho encendido, privilegiado entre las otras 17 fotografías de su amplia coalición, porque el PRD sacó más votos que el PLD en la contienda del 2012.
En cambio, Miguel Vargas no debe sentir la misma satisfacción, ha negociado en desventaja, cediendo mucho a cambio de poco, aunque su discurso trate de mostrar lo contrario, pues ¿que ha obtenido el PRD de la alianza con el PLD? Apenas la designación de dos perredeístas: uno en la Autoridad Portuaria y el otro asesor médico del Poder Ejecutivo. Lo demás, promesas. No hablo de prebendas, adolezco de pruebas.
¿Compensan las designaciones el decisivo apoyo de 43 diputados perredeístas a la reforma constitucional, que le evitó al mandatario una convención interna seguramente traumática, bajo un impedimento constitucional; acuerdo, que sacó de juego las aspiraciones del doctor Leonel Fernández?
Si el empresario y político Vargas no acordó para sí la Vicepresidencia junto al popular Medina, entonces cerró un mal negocio. A la luz del pacto, las candidaturas congresuales y municipales del PRD quedaron en el limbo sujetas a concesiones y al voto de los peledeístas; los síndicos perredeístas de San Cristóbal, Santiago y Santo Domingo Norte no serán apoyados por los peledeístas, y los firmantes determinarán la participación del PRD en el futuro gobierno.
Vargas concertó desde la debilidad orgánica, pero las siglas del PRD son inapreciables, tenían que venderse mejor, no a crédito. Sabio, Danilo aprovechó la coyuntura. La Vicepresidencia tenía que ser el objetivo de Vargas.