Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. Efesios 6: 13.
Cuando los soldados romanos iban a la guerra, ellos no se vestían normalmente, sino que se ponían un traje especial para cuidarse de las flechas, lanzas y espadas del ejército enemigo. Si no, sus cuerpos estaban desprotegidos, siendo fácil matarlos.
Hoy esa armadura es espiritual, y en el libro de Efesios nos habla de ella para que podamos estar firmes ante las asechanzas del maligno. Nos exhorta a que nos pongamos: el yelmo de la salvación, para que ningún dardo entre a nuestra mente; la coraza de justicia, sabiendo que nuestro Dios es justo y nosotros caminamos en ella; el escudo de la fe, para que podamos combatir las circunstancias, teniendo la certeza de lo que no se ve; el cinturón de la verdad, que no nos deja mentir; la espada que es la palabra, porque ella es de doble filo, que discierne los pensamientos y las intenciones del corazón; y calzados los pies con el evangelio de la paz, para proclamar las victorias del Señor.
Si llevamos puesta esta armadura siempre, no habrá enemigo que pueda con nosotros, Revistámonos desde la cabeza hasta los pies, porque no habrá brecha para cualquiera de las armas con que venga a atacar. Y, si los soldados en lo natural se cuidan, cuanto más nosotros, sabiendo que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, nos hemos de cuidar.
¡Ya sabemos cómo protegernos para la guerra que tenemos que librar día a día!