Las medidas anunciadas por el gobierno del presidente Sebastián Piñera para mitigar la crisis social más grave en 30 años de democracia no aplacaron el miércoles el descontento y los reclamos de decenas de miles de chilenos en las calles por mejores condiciones de vida en uno de los países más prósperos de América Latina.
Pese a la vigencia de un estado de sitio, con los militares y la policía antimotines en las calles, la agitación continuó con protestas en la principal plaza de la capital, en que un grupo extendió una bandera chilena gigante en la que inscribieron “(hash)Chiledespertó».
Nuevos enfrentamientos se sucedieron en una jornada de movilizaciones en todo el país y de una huelga general de dos días convocada por la principal central de trabajadores en respaldo a las protestas, a las que se sumaron mineros de Escondida y de la estatal Codelco, la mayor productora mundial de cobre.
Más de la mitad del país está bajo estado de emergencia y toque de queda, y el ejército llamó el miércoles a los reservistas –quienes hicieron el servicio militar y están disponibles para situaciones de emergencia– para apoyar a la institución debido a los miles de uniformados que patrullan las calles.
Las autoridades informaron que la cifra de muertos por los disturbios de los últimos días subió a 18. Mientras tanto, surgieron denuncias por presuntos abusos de derechos humanos cometidos por agentes del Estado.
Las protestas fueron iniciadas por estudiantes que desde el lunes pasado evadieron los torniquetes del metro en repudio por un alza tarifaria, a las que hace seis días se sumaron decenas de miles de personas con demandas más amplias.
En la víspera, Piñera anunció una serie de medidas con leves mejoras a las pensiones e ingresos de los más pobres en un esfuerzo por frenar la crisis. Sin embargo, al día siguiente se reanudaron las multitudinarias movilizaciones que derivaron en violencia y caos, principalmente en el centro de Santiago.
A pocas cuadras del Palacio de La Moneda, la sede de la presidencia, la policía reprimió violentamente a centenares de personas que intentaban llegar al escenario de las manifestaciones luego de que encapuchados instalaran barricadas encendidas y los atacaran con piedras y palos.
Un fuerte olor a gas, un picor en la garganta y ojos llorosos se volvieron comunes en el centro de la capital chilena en el sexto día de protestas que han provocado saqueos y destrucción de estaciones del metro y edificios públicos.
En las cercanías del centro capitalino, desconocidos saquearon e incendiaron un hotel, mientras otros hechos vandálicos se produjeron en ciudades del interior, aunque la mayoría de las protestas transcurrieron pacíficamente.
Tres de las seis líneas del metro funcionaban el miércoles de forma parcial, pero el país estaba lejos de alcanzar la normalidad: muchos chilenos se quejaban por los saqueos, por los inconvenientes en el transporte y las dificultades para realizar las actividades diarias.
El taxista Juan Vásquez se quejó amargamente porque dejó de funcionar la estación del subterráneo ubicada a metros de su paradero.
“Saquear es saquear, pero destruir es otra cosa, le impiden el trabajo a mucha gente», dijo Vásquez al lado de otros conductores que como él estaban estacionados a la espera de clientes que no llegaban.