Antes de la tiranía hubo paradigmas en el movimiento obrero dominicano. Con leyes y reglamentos dispersos se regulaba el trabajo y los trabajadores intentaban el reconocimiento de sus derechos. Trujillo, cuidadoso de las formas, jugó con la clase creando y deshaciendo gremios, confederaciones, cooptando y prometiendo, desintegrando la unidad cuando la presentía peligrosa. Permitió la celebración de un Congreso de Trabajadores con participación internacional.
Daba y quitaba, conocía muy bien la importancia de la OIT. En el año 1946 su autoridad fue desafiada por los sindicalistas de La Romana y San Pedro de Macorís y actuó de manera condigna. Inconcebible e inaceptable el éxito de una huelga, organizada y mantenida gracias al liderazgo de Hernando Hernández y Mauricio Báez de los Santos. Los obreros que laboraban en los ingenios azucareros de la región reclamaban aumento de salario y para lograr el objetivo paralizaron durante una semana el trabajo. Al jefe no se le hacía huelgas, la consecuencia fue el sacrificio de los más levantiscos y la sentencia de muerte contra el insobornable dirigente.
Báez de los Santos, presidente a de la Federación de Trabajadores de San Pedro de Macorís. Después de asilarse en la embajada de México, salió del país, se estableció en Cuba y en “la isla fascinante” los esbirros de Trujillo lo ahorcaron.
El tirano quiso un Código de Trabajo y consideró pertinente su promulgación en el 1951. El texto estuvo vigente hasta el 1992 cuando- afirman los especialistas- “ocurrió la más grande reforma laboral en el país”.
Después del tiranicidio comenzó una nueva etapa del sindicalismo. Izquierda y derecha tenían sus organizaciones y se empeñaban en conquistar espacios. Los sindicatos eran muchos y fuertes, por eso el poder los perseguía. Los acrónimos se convirtieron en parte de la cotidianidad política. Desde FOUPSA, CESITRADO, FENEPIA, CASC, FENAMA, FENATRADO hasta la poderosa CGT que logró, en el año 1974, la celebración del impactante “Primer Encuentro Internacional de la Nueva Canción Siete Días con el Pueblo” convertido en un acto masivo y pacífico de protesta contra la represión del régimen balaguerista.
Cambiaban los tiempos, las leyes y también la participación. Poco a poco cada sindicato tenía partido y cada partido sindicato. Algunos dirigentes emblemáticos se acotejaban con el sistema, buscaban lugar y lo encontraron. Otros descubrieron las ventajas de viajar en primera clase y estar siempre presentes en congresos internacionales, aunque sin discurso. Perdió impacto la celebración del primero de mayo, “Día Internacional de los Trabajadores”, establecido en el 1889 por el Congreso Obrero Socialista-París-. La fecha es homenaje a “los mártires de Chicago”, obreros reprimidos brutalmente cuando exigían la jornada laboral de 8 horas en EUA, levantamiento que comenzó el primero de mayo de 1886.
Transformados los sindicatos criollos, subsumidos en organizaciones tripartitas, opulentos unos, cansados y pensionados otros, las demandas son distintas y las voces bajas y complacientes. La armonía reina entre trabajadores y gobierno. Existe una especie de sindicalistas “Abinader Lovers” que confiesan sentirse orgullosos del presidente. Hoy, ningún reclamo asoma, queda evocar al Negrito del batey y dejarle el trabajo al buey.