Soy del paraíso Eva,
y de la tierra Eloísa
Soy la que va dejando huellas
por dondequiera que pisa.
Soy un montón de palabras
que van buscando su cauce
llevo el amor de bandera
y como único estandarte
Soy lo que otros ya fueron
y lo que muchos serán
porque al fundirme en el mar
cuando me llene de sombras
resurgiré como alondra
para volver a volar.
(María Ferretti Gaich)
Desde que comencé a tener conciencia de mi existencia, aprendí que Mu-Kien Adriana era mi nombre y el símbolo de mi identidad existencial. Me dijeron que mis apellidos eran Sang por mi padre y Ben por mi madre. Mis diplomas de infancia como el de “Sé leer” y mi certificado de intermedia (que así se llamaba en aquel tiempo) indicaban que mi nombre se escribía así. Continuó años más tarde con el diploma de bachillerato, el de licenciatura y los de postgrado como el de la especialidad y el doctorado.
Al hacerme independiente económicamente tuve que aceptar que mis tarjetas de crédito suprimieran el guion porque el sistema no lo permitía. Lo mismo ocurrió con la licencia y la cédula. Lo asimilé pensando que era una dificultad logística, no existencial y mucho menos identitaria.
Por 64 años me llamé Mu-Kien Adriana Sang Ben. Mi suerte cambió hace unos días. Mi esposo Rafael y yo teníamos que renovar los pasaportes pues se vencerían muy pronto. Grande fue mi sorpresa cuando en la Oficina de Pasaportes me dijeron que no podían renovarlo porque la Cédula de Identidad y Electoral tenía el nombre así: Mu Kien Adriana Sang Ben. En mi acta de nacimiento, sin embargo, mi nombre estaba escrito de la siguiente manera: Mukien. Era un acta reciente que buscamos para el proceso. Me dijeron que tenía que ir a la oficina de la Junta Electoral del Distrito Nacional para formalizar el cambio de nombre. Mi desconcierto fue mayúsculo. Suerte que dos de mis exalumnos que trabajan en el organismo central de la Junta me ayudaron para agilizar el proceso. Pero fue el jefe de seguridad de la junta del DN, el ángel verdadero que nos resolvió el problema en un santiamén. Me reconoció porque él y su esposa son fanáticos de esta columna, y de mi pelo por ser blanco total. Finalmente obtuve la certificación en la que hago un cambio de nombre: de Mu-Kien a Mukien. Con ese papel pude resolver el asunto de mi pasaporte. Se iniciaba una nueva etapa en mi existencia.
Al llegar a la casa me di cuenta que en efecto, desde el año 2006 en las últimas actas de nacimiento que he solicitado, mi nombre estaba escrito sin el guion. Para estar segura de mi opinión, volví a desempolvar mis títulos. Esos papeles amarillentos y mullidos tienen mi nombre con el guion. Todos y cada uno de mis títulos tienen el famoso guion objeto de discordia: el de bachillerato, el de licenciatura, el de postgrado en el CREFAL, México; y por último el de doctorado en historia expedido en Francia, se elaboraron en base a mi acta de nacimiento. Claro está, en ese momento, los procesos en las oficinas de registro civil no estaban automatizados, y la expedición de documentos descansaba en manos de personas no calificadas.
Después de haber agotado todos los procedimientos, y haber obtenido el ansiado documento renovado, pensé mucho, reflexioné mucho. Quiero en este Encuentro, que tanto ansío escribir, comunicarles mis reflexiones.
Pienso que el nombre con el que nuestros padres nos bautizan constituye un rasgo importante de la identidad individual de las personas. La forma como nos denominan primero nuestra familia y luego nuestro entorno social, constituye un elemento clave para crear el sentimiento de protección y de seguridad y para desarrollar el sentido de pertenencia.
No creo que la eliminación del pequeño guion entre Mu y Kien pueda afectar mi identidad. Ya tengo muchos años para cuestionarme quién soy. Tampoco creo que afectará mis relaciones sociales ni familiares. Nadie puede quitarme lo que he sido, lo que soy y lo que seré en los pocos años que me quedan por vivir.
Expongo públicamente este incidente por dos razones. Para que mis lectores sepan que mi nombre lo escribiré, de ahora en adelante, sin el famoso guion. Pero también para que reflexionemos sobre las grandes dificultades que pueden generarse por la ineficiencia de la burocracia estatal.
Ya no soy la propietaria de un nombre compuesto de exótico significado. Mu, según mi padre, significaba belleza y Kien sutileza. Por tanto, la combinación tenía una significación hermosamente poética: “Propietaria de una belleza sutil”. Al unirlos el sentido filosófico y cultural desapareció. Ahora parece un nombre extraño nacido de la mente creativa de mis padres; como los muchos nombres inventados que pululan por nuestro país.
Mientras, yo seguiré siendo la misma mujer que han conocido. Soy la mujer, la hermana, la esposa, la madre por gracia del destino, la abuela y la amiga. Soy la maestra que nació enseñando aún sin poder hablar; soy la escritora que vive con y por las palabras; soy la historiadora que ama profundamente hurgar en el pasado. He sido, soy y seré hasta el último minuto de mi existencia, la mujer soñadora, la amante de la poesía y la aprendiz de poeta, la que adora leer para aprender. Soy la mujer con miles de defectos y virtudes que ama la vida aunque no tenga las mismas fuerzas de antes para andar por el mundo con la energía inagotable que buscaba aprehender todo lo que veía. Soy sencillamente Mu-Kien, aunque ahora tengo que eliminarle el guion. Hasta la próxima.
Soy una mujer sincera
que se da de corazón
que siempre quiere y desea
que su vida sea tranquila
solo soy una soñadora
que le gusta hacer poesía
aunque no siga las métricas
ni las reglas de lineamientos
yo, solo escribo lo que siento
aunque todos me critiquen
Soy, una enamorada triste
que deseaba ser feliz
pero como no pudo ser
por eso yo sigo aquí
escribiéndoles mis versos
para tener algo por que vivir.
https://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-175641