Dra. Dania Muñoz
Especialista en Salud Familiar. Gerencia de Medicina Familiar. Hospital General Plaza de la Salud
El síndrome de “burnout” es una respuesta emocional secundaria al prolongado estrés ocupacional. Se traduce al castellano como “estar quemado”, aunque se encuentra un gran número de definiciones, todas coinciden en que se trata de un proceso que se desarrolla gradualmente.
Una definición bien conocida y muy usada sobre este síndrome es la que lo describe como un padecimiento que a grandes rasgos consistiría en la presencia de una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye: fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido.
Se trata de un síndrome clínico descrito por primera vez en 1969 por H. B. Bradley como “Staff Burnout” y posteriormente, en 1974, por Freudenberg, psiquiatra que trabajaba como asistente voluntario en una clínica para toxicómanos en Nueva York. Él observó que al año de trabajar, la mayoría de los voluntarios sufría una progresiva pérdida de energía hasta llegar al agotamiento; síntomas de ansiedad y de depresión, así como desmotivación en su trabajo y agresividad con los pacientes.
En esa misma época, la psicóloga social Cristina Maslach, que estudiaba las respuestas emocionales de los profesionales de ayuda, calificó a los afectados de “sobrecarga emocional” o síndrome de ‘burnout’.
Esta autora lo describe como “un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y baja realización personal” que puede ocurrir entre individuos que trabajan con personas.
Para este mismo año aparece Cherniss, quien lo conceptualiza como un proceso y propone tres momentos: uno asociado a un desequilibrio entre la carga laboral y las posibilidades del sujeto de responder de forma óptima a esta, un segundo momento que habla de la presencia de una respuesta emocional negativa fuerte y un último momento que propone un cambio conductual y actitudinal en el que se sumerge el sujeto.
Contemporánea a esta propuesta surge la de Edelwich y Brodsky, quienes lo relacionan más con una pérdida progresiva de la energía, motivación e ideal asociada a las profesiones de ayuda a su cargo y proponen también fases progresivas: entusiasmo, estancamiento, frustración y apatía.
En general los más vulnerables a padecer el síndrome son aquellos profesionales en los que se observa la existencia de interacciones humanas trabajador-cliente de carácter intenso o duradero, sin considerar, por cierto, a un cliente en particular sino más bien a uno o varios. Dichos profesionales pueden ser caracterizados como de desempeño satisfactorio, comprometidos con su trabajo y con altas expectativas respecto a las metas que se proponen. En ellos el “burnout” se desarrolla como respuesta a estrés constante y sobrecarga laboral.
El síndrome de “burnout” es muy frecuente en personal sanitario (nutricionistas, médicos, enfermeras/os, psicólogas/os, psiquiatras, bioanalistas, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales, terapeutas familiares y consejeros matrimoniales, así como, personal administrativo y docente), no escapando, por cierto, otros profesionales como deportistas de élite, teleoperadores (operadores de centros de llamadas), ingenieros, personal de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas y, en general, se ve en diversas profesiones de las que actualmente se observa un creciente interés por analizar.
Respecto al género, diversas investigaciones apuntan a que las mujeres presentan mayor prevalencia que los hombres.