#SinFiltro: Entre el discurso y la realidad

#SinFiltro: Entre el discurso y la realidad



El pasado 27 de febrero de 2025, el presidente Luis Abinader presentó su quinta rendición de cuentas ante la Asamblea Nacional, en conmemoración del 181 aniversario de la independencia de la República Dominicana. En su discurso, el mandatario destacó logros en crecimiento económico, seguridad ciudadana y servicios básicos. Cuando contrastamos sus palabras con la realidad que vivimos día a día, parece que el presidente describe un país que no es el nuestro.

Crecimiento económico: ¿Para quién?

El presidente informó que el Producto Interno Bruto (PIB) creció un 5% en 2024 y que la inversión extranjera alcanzó cifras récord. Sin embargo, ¿cómo se traduce esto en la vida de la gente?

Mientras el gobierno se felicita por el crecimiento económico, la realidad es que la canasta familiar sigue encareciéndose. Comprar lo esencial para el hogar es un reto para muchas familias, y los salarios simplemente no alcanzan. El costo de la vida aumenta, y los beneficios de este crecimiento no llegan a todos.

La calle cuenta otra historia

El presidente afirmó que los homicidios han bajado y que la seguridad ha mejorado. Sin embargo, la sensación de inseguridad es cada vez mayor. Nos roban en las calles, en las esquinas, en nuestras propias casas, y la presencia policial pocas veces disuade a los delincuentes.

Tan grave es la situación que cada vez más personas optan por instalar cámaras en sus vehículos para documentar cualquier incidente. No es que confiemos en que la justicia actuará; más bien, que sabemos que, si no tenemos pruebas, cualquier versión puede ser manipulada. Y mientras tanto, los motoristas siguen circulando como si las leyes de tránsito no aplicaran para ellos, violando semáforos, invadiendo carriles y poniendo en peligro a los peatones y conductores.

LEA: Lea aquí el discurso íntegro de Luis Abinader en su quinta rendición de cuentas

Un lujo que no todos pueden pagar

A pesar de los anuncios de inversión en infraestructura, los apagones siguen siendo parte del día a día. Si no tienes un inversor, un tinaco o una cisterna, simplemente no puedes vivir con tranquilidad. Tener agua y luz de forma continua se ha convertido en un privilegio en lugar de un derecho básico.

La educación, cada año más cara

El costo de la educación privada sigue en ascenso. Año tras año, los colegios aumentan las mensualidades y siguen cobrando reinscripción, obligando a los padres a pagar sumas elevadas solo para asegurar el cupo de sus hijos.

El problema no termina ahí. Llegan las vacaciones y, para que los padres puedan seguir trabajando, los campamentos son una necesidad inevitable. ¿El problema? También suben de precio año tras año, lo que hace que muchas familias tengan que destinar una gran parte de sus ingresos solo para que sus hijos tengan dónde estar mientras trabajan.

Y mientras tanto, la educación pública sigue sin ser una opción real para muchas familias. La falta de recursos, la mala calidad educativa y la infraestructura deficiente hacen que la gente no la considere una alternativa viable.

Realidades a medias

Los medios tradicionales suelen presentar solo una parte de la historia. Muchas veces, lo que vemos en televisión o leemos en los periódicos está filtrado por intereses políticos y económicos. Afortunadamente, los medios alternativos y las redes sociales han permitido que se visibilicen otras realidades, dándole voz a quienes no la tienen en los canales convencionales.

Un país que merece más

El discurso presidencial pintó un país en desarrollo, y la realidad es que seguimos enfrentando los mismos problemas de siempre. La calidad de vida no se mide en cifras de crecimiento económico; más bien, en la tranquilidad de salir a la calle sin miedo, en poder pagar la educación de nuestros hijos sin que sea una carga asfixiante y en tener acceso a servicios básicos sin depender de soluciones alternativas.

Y esto lo digo desde la perspectiva de alguien que vive en una zona céntrica, con acceso a ciertas comodidades y que, aun así, enfrenta diariamente estas dificultades. No quiero ni imaginar la precariedad en la que viven tantos dominicanos que ni siquiera tienen la opción de buscar soluciones costosas como inversores, cisternas o educación privada.

Es momento de exigir que la realidad que vivimos se parezca más a la que nos prometen. No podemos conformarnos con discursos optimistas cuando la calle nos muestra otra verdad. La República Dominicana merece un futuro donde el progreso sea real y accesible para todos.

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