Vivimos en una era donde la imagen se convierte en tema de conversación y juicio con más frecuencia de lo que quisiéramos admitir. «Estás flaco», «te veo más gordo», son comentarios que, aunque comunes, encierran una realidad más compleja y muchas veces dolorosa. Recientemente, un artículo en The New York Times resaltaba el impacto de las palabras en las personas, explorando cómo los comentarios sobre la apariencia física pueden afectar profundamente a alguien en su estado emocional más vulnerable.
Daniela Kammoun, emprendedora, periodista y asesora de imagen, también ha reflexionado sobre cómo estos comentarios pueden tocar fibras muy sensibles, especialmente cuando las personas están pasando por momentos difíciles en su vida.
Según Kammoun, muchas veces estos juicios ocurren justo cuando una persona está enfrentando una crisis personal: el duelo por la pérdida de un ser querido, el estrés de una separación o incluso una enfermedad. En esos momentos de vulnerabilidad, un comentario sobre el cuerpo, aunque bien intencionado, puede sentirse como una agresión.
Las heridas invisibles que llevan las personas pueden ser abiertas por observaciones superficiales que solo ven la capa externa de un individuo, sin tener en cuenta lo que realmente está sucediendo en su interior.
El artículo de New York Times planteaba un punto similar: lo que para algunos puede parecer una observación trivial, como un comentario sobre la delgadez o el aumento de peso, puede ser devastador para quien lo recibe. La cultura de la imagen y las apariencias impone un juicio constante sobre los cuerpos ajenos, y esto, en muchos casos, se traduce en un daño emocional que pasa desapercibido. A través de varios testimonios, el reportaje subrayaba cómo estos comentarios, aparentemente inofensivos, pueden causar inseguridades, ansiedad y, en algunos casos, agravar problemas de salud mental.
Las heridas invisibles y la superficialidad de los juicios
La cultura latina tiene una relación particular con los cuerpos. Los cuerpos se comentan, se opinan, se critican y, a veces, hasta se comparan abiertamente. En una reunión familiar, en la calle, en el trabajo, siempre hay alguien dispuesto a opinar sobre el cuerpo ajeno. Lo preocupante de esto es que normalizamos estos juicios, aceptamos que son parte de nuestra idiosincrasia y rara vez cuestionamos el impacto emocional que generan. A nivel social, nos hemos habituado a hacer de los cuerpos un tema de discusión pública, como si eso no tuviera consecuencias.
Kammoun ha hablado sobre el daño que provocan estos comentarios, especialmente cuando se hacen a personas que ya están lidiando con dificultades emocionales. Las heridas no siempre son visibles, y hay luchas internas que se llevan en silencio. Por ejemplo, alguien puede haber ganado peso debido a un desbalance hormonal o como resultado del estrés extremo; otra persona puede haber adelgazado tras una depresión o por alguna enfermedad.
En ambos casos, los comentarios sobre el cuerpo pueden ser innecesariamente hirientes y agravar la situación. Esto revela una falta de empatía generalizada, donde no se considera cómo nuestras palabras afectan a los demás.
La importancia de la empatía en la comunicación
La empatía, tan escasa en las interacciones cotidianas, se convierte en un valor esencial si queremos construir una sociedad más saludable y respetuosa. Comunicar con empatía implica pensar antes de hablar, considerar cómo nos sentiríamos si estuviéramos en la posición del otro. Se trata de medir nuestras palabras, de adoptar una postura más comprensiva frente a las luchas ajenas.
Es muy fácil opinar sobre la vida de los demás sin entender el contexto completo. Sin embargo, nadie puede saber realmente lo que está pasando por la mente y el corazón de otra persona.
Los comentarios sobre la apariencia física son especialmente problemáticos porque refuerzan una cultura superficial que da más importancia a lo que se ve que a lo que se siente o se vive. En lugar de preocuparnos por cómo luce alguien, deberíamos interesarnos en cómo se siente. En lugar de comentar sobre los cambios físicos, deberíamos preguntar si todo está bien, si esa persona necesita apoyo o simplemente un oído que escuche.
Daniela Kammoun lo expresó de manera clara: “Hay que entender que las palabras tienen un peso, y muchas veces ese peso recae sobre personas que ya están cargando mucho”. A través de la empatía, podemos cambiar el enfoque de nuestras conversaciones y, en lugar de contribuir al dolor ajeno, podemos ofrecer comprensión y consuelo.
La necesidad de cambiar la mirada en Latinoamérica
En Latinoamérica, el cuerpo sigue siendo un tema central de conversación. Desde los medios de comunicación hasta las interacciones familiares, las apariencias son un eje común de juicios y comparaciones. ¡Es hora de hacer un cambio! No podemos seguir perpetuando una cultura que valora a las personas por su apariencia externa en lugar de por su carácter o por sus luchas internas. Es necesario cambiar la mirada y entender que nuestros comentarios tienen un impacto real, tangible, en las personas que nos rodean.
Este cambio de perspectiva no ocurre de la noche a la mañana, comienza con la reflexión personal. Preguntémonos: ¿cuántas veces hemos hecho un comentario sobre el cuerpo de alguien sin pensar en cómo se sentiría esa persona? ¿Cuántas veces hemos recibido un comentario que nos hizo sentir incómodos o vulnerables? La respuesta a estas preguntas puede ser el punto de partida para empezar a cambiar la forma en que nos comunicamos con los demás.
Mirada final
Vivimos en tiempos donde la empatía es más necesaria que nunca. La pandemia nos mostró la importancia del apoyo emocional y del bienestar mental. Todavía queda mucho por hacer para que estos valores se integren en nuestra vida cotidiana. Empecemos a ser más conscientes de nuestras palabras, a comunicarnos con empatía y a entender que cada persona lleva una lucha que quizás no podamos ver.
Las palabras tienen un poder inmenso. Utilicémoslas para construir y no para herir.