Como coach de oratoria, una de las principales enseñanzas que intento transmitir a mis participantes es que la oratoria no se limita a un gran escenario ni a esos momentos trascendentales en los que nos encontramos frente a una multitud.
En realidad, la oratoria es un hábito, una práctica constante que se conjuga en cada interacción que tenemos a lo largo del día. Es una habilidad que desarrollamos en los discursos formales; de la misma manera en las conversaciones cotidianas, en las reuniones de trabajo, e incluso en los intercambios más simples con amigos o familiares.
A menudo, las personas se acercan a mí cuando tienen algo importante por delante: una presentación profesional, una conferencia, una entrevista de trabajo. Es en estos momentos cruciales cuando buscan perfeccionar su discurso, mejorar su presencia, y afinar su mensaje. Sin embargo, me he dado cuenta de que hay un enfoque más efectivo y menos estresante para abordar la oratoria: tratarla como una práctica diaria y no como un evento esporádico.
Imagina cómo sería si, en lugar de enfocarnos solo en esos momentos decisivos, empezáramos a desarrollar nuestras habilidades de oratoria desde las interacciones más pequeñas. Cuando hablo de oratoria, no me refiero solo a las palabras que pronunciamos.
Hablo del tono que usamos, la forma en que vestimos para una ocasión, nuestro lenguaje corporal, y cómo nos presentamos a los demás. Lo fascinante de todo esto es que, hasta ahora, no hemos mencionado ni una sola palabra.
La oratoria, en su esencia, es la capacidad de comunicar un mensaje de manera efectiva, y esto comienza mucho antes de que abramos la boca. El tono de voz, por ejemplo, puede transmitir confianza, seguridad o, por el contrario, nerviosismo e inseguridad.
Es importante trabajar en cómo modulamos nuestra voz para adaptarnos a diferentes situaciones y audiencias. Una voz bien proyectada, clara y segura puede hacer maravillas en cualquier contexto, desde una conversación uno a uno hasta una presentación frente a cientos de personas.
Luego está la vestimenta, un aspecto que a menudo se pasa por alto y que juega un papel crucial en la oratoria. La forma en que nos vestimos comunica un mensaje, incluso antes de que pronunciemos una palabra. La vestimenta adecuada refleja respeto hacia nuestra audiencia y hacia nosotros mismos. Es una forma de prepararnos mentalmente para la ocasión, de sentirnos a gusto y seguros en nuestra piel, lo cual inevitablemente influye en nuestra presentación.
El lenguaje corporal es otro pilar fundamental de la oratoria. Nuestras posturas, gestos y expresiones faciales pueden respaldar o contradecir lo que decimos. Un lenguaje corporal abierto y receptivo puede crear una conexión instantánea con la audiencia, mientras que una postura cerrada o defensiva puede crear una barrera invisible. Aprender a ser consciente de cómo nos movemos y cómo nos presentamos físicamente es tan importante como la elección de palabras.
Si logramos integrar todos estos elementos en nuestras interacciones diarias, empezamos a desarrollar un hábito sólido que nos preparará para esos momentos grandes que tanto nos preocupan. Es como un músculo que entrenamos constantemente. Cuando llegue el momento de subir a ese gran escenario, nuestra confianza y habilidad estarán en su punto máximo porque hemos estado practicando todo el tiempo, no solo en la víspera del evento.
Es crucial entender que la oratoria no es solo para los grandes escenarios. Es para cada atmósfera en el que nos encontremos. Es para esa reunión con el jefe, esa conversación difícil con un cliente, o incluso esa llamada telefónica que hemos estado posponiendo. Es en estos pequeños escenarios donde construimos las bases para los grandes momentos.
Si bien la mayoría de mis clientes me buscan cuando tienen una presentación importante a la vuelta de la esquina, siempre les recalco la importancia de empezar a trabajar en su oratoria desde lo cotidiano. Con un enfoque, calma, y estrategia, podemos empezar a desarrollar nuestras habilidades desde los escenarios pequeños y cotidianos, lo que nos llevará inevitablemente a triunfar en los grandes escenarios.
La oratoria, entonces, se convierte en un estilo de vida, en una forma de estar presente y consciente en cada interacción. No se trata solo de hablar bien frente a un público, es comunicar de manera efectiva en todo momento.
Es un proceso continuo de aprendizaje y mejora, donde cada conversación es una oportunidad para afinar nuestras habilidades. Y, al final del día, se trata de estar preparados para cualquier escenario que la vida nos presente, porque hemos estado practicando todo el tiempo.