Ser la mamá de Mathías me ha hecho evolucionar muchísimo como ser humano. La maternidad nos transforma para bien, inclusive cuando afloran oscuridades que reflejan nuestros retoños. ¡Son nuestros espejos!
Si, porque la concepción también hace que afloren sentimientos, vivencias, conversaciones del pasado no sanadas y que sí o sí tenemos que mirar, abrazar y curar para evitar repeticiones.
La maternidad nos regala empatía, sensibilidad, ser más humanas, comprensivas y en mi caso muy particular a entender la individualidad. Desde que tengo uso de razón escucho que cada uno somos diferentes en todos los ámbitos; sin embargo, con la llegada de mi hijo, tratarlo y darle esa representación hace que nuestra relación florezca, evolucione y la comunicación fluya.
Saberlo único en sus distintos escenarios, respetarlo tal cual es y navegar según su carácter y personalidad ha sido un gran descubrimiento que cuando lo trasladas a relaciones con otros seres humanos genera un impacto positivo.
La maternidad está fuera de las proyecciones sociales que mostramos, de las sonrisas, los abrazos y las estampas familiares para momentos especiales. De hecho y #SinFiltro te cuento que ha sido un gran impacto o al menos para mí lo fue, tener estas vivencias -que no se publican en las redes sociales versus lo que proyectamos y promovemos-
Ser madre es no tener energías y generarlas porque hay un ser humano que te necesita, es transformarse constantemente para dar lo mejor de ti y ser la mejor referencia para tu hijo. Es organización, planificación, autoconocimiento y muchos sentimientos de culpa buscando el balance perfecto para los distintos roles.
La maternidad se nos presenta como sacrificar parte de uno mismo; sin embargo, es una oportunidad para enriquecer y fortalecer el sentido de identidad personal. Por ejemplo, he tenido que desarrollar habilidades y fortalezas con las que no contaba. Entre ellas la paciencia, resiliencia, creatividad para llevar mi día a día. Ha potenciado aspectos de mi personalidad que estaban dormidos.
Ser mamá me ha planteado mis prioridades y enfoques. Ahora identifico lo que realmente es importante para mí, soy más firme con mis límites -estas líneas han sido retadoras, han impactado todo mi entorno y no siempre lo comprenden; no obstante, centrarme en mí, en mi familia y mi intuición han sido mis mejores aliados. Asimismo, me he focalizado más en mis propios valores y deseos.
Saber que las acciones valen más que las palabras. Busco siempre ser mejor ser humano dentro de mis imperfecciones para poder modelar y ser un referente para mi hijo. Esto va desde mi crecimiento humano-profesional, cuidar mi salud, mantenerme actualizada, emprender y hasta el propio balance de vida. Lo que ve de sus ideales, sus padres, su lugar seguro y cercano será su reflejo del mañana: restricciones o alcance.
Ser madre es una gran responsabilidad, es educar y moldear a una persona para que sea un ente de valor para la sociedad. Es preocuparse por el bienestar y desarrollo de otra persona sabiendo que no es una tarea momentánea. Esto arrastra saber manejar el amor propio, el éxito, cómo mira él que enfrento y supero los desafíos en mi entorno.
Ser madre es no saber qué hacer en momentos determinados y seguir la intuición, el mejor libro y guía que he tenido porque como dije antes, somos seres con necesidades únicas y así tenemos que mirarnos.
Mucho se habla del desafío y las responsabilidades de la maternidad. Poco se habla de la oportunidad para redescubrirnos y reforzar la individualidad, de aprender de nosotras mismas, de desarrollarnos en nuevas direcciones y de encontrar un equilibrio entre nuestra identidad como madres y como individuos.
Ser madre es tener una extensión de ti en versión mejorada.