Se entiende por soberanía el derecho que tiene el pueblo a elegir sus gobernantes, sus leyes y a que le sea respetado su territorio.
Bajo este principio se cobija la postura del Estado Dominicano, que frente al chantaje y la mala fe que han exhibido las autoridades haitianas en relación a los últimas decisiones del Gobierno en materia migratoria.
La postura nacional es bien valorada, además, por todo el pueblo dominicano, como quedó evidenciado en la más reciente encuesta Gallup-Hoy que señaló que el 88% respalda las acciones del Gobierno en este tema.
La valoración es bien merecida porque vamos dejando bien definido una postura en cuanto al tema migratorio, algo que si habían tenido claro en todo este proceso los hermanos haitianos.
Y es que como dominicanos elegimos en las elecciones pasadas un Presidente para hacer cumplir y respetar las leyes, no para que intentara estar bien con todo el mundo y mucho menos con aquellos que juegan con nuestra autoridad como Estado y tranquilidad social.
Si comparamos el Plan Nacional de Regularización de Extranjeros con otras iniciativas en materia migratoria de la región y el mundo, comprobaremos algo señalado por las autoridades dominicanas: El Plan Nacional de Regularización de Extranjeros «ha sido el que mayor alcance ha tenido en todo el continente americano».
Otras características diferenciadoras son su implementación gratuita, con mayores facilidades para los eventuales beneficiarios, exhibiendo resultados que superan en términos proporcionales las reformas migratorias de grandes naciones como la estadounidense.
El Estado dominicano cumplió su parte. No así el haitiano. Por el contrario, ha estado jugando a la irresponsabilidad al no proporcionar documentación a sus ciudadanos y/o cobrándole bien caros los mismos.
Lamentablemente, en este juego han caído diversas naciones, personalidades y organismos internacionales, quienes ignoran los aportes de Republica Dominicana.
No ven el sacrificio que hemos hecho como país pobre que somos, de financiar todo este Plan de Regularización. Tampoco ven el buen trato dado, que implica el respeto a sus derechos humanos, y el acceso a servicios públicos mientras se encuentran en nuestra tierra.
Es cierto que como nación estamos respondiendo tarde a la realidad migratoria dominico-haitiana. Es cierto que antes fuimos tímidos en dejar clara una política migratoria, en especial con Haití. Pero llegada la misma, recibámosla bien y actuemos de igual manera en capítulos importantes como el comercio y la seguridad fronteriza.
Y es que ya no podemos seguir jugando a la improvisación y al querer estar bien con todos. ¡Juegos claros, hasta con los mejores hermanos!