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En la entrega anterior sobre el análisis estratégico en política, nos referimos a los factores y potencialidades que hay que tener en cuenta; entre ellos, las variables del contexto y los propios del proceso de que se trata. En esta ocasión, nos referiremos a la evaluación de las estrategias alternativas, la relación de costos-beneficios, la selección final de la estrategia y la corrección de estas en la medida que parezca necesario. Veamos:
La evaluación de la estrategia alternativa supone el acercarse lo más posible a las condiciones dinámicas del quehacer político, en las cuales toda acción puede a generar repuestas y contra respuestas. Por eso, tal evaluación debe suponer también algún “Plan B”, que ofrezca alguna alternativa a los cursos de acción que se escojan.
La relación de costos-beneficios en el análisis estratégico se establece entre medios y objetivos, a partir de la evaluación de los recursos y habilidades estratégicas propias y de los oponentes. En este análisis hay que tener muy en cuenta el papel significativo que juegan los elementos culturales y de personalidad de quienes toman las principales decisiones y de quienes las ejecutan. También es fundamental el estudio de la situación concreta que se va a desencadenar con cualquier acción.
La selección final de la estrategia no es simple ni tiene que ser excluyente, ya que pueden combinarse dos o más tipos de acciones; y sobre todo, que forman parte de una secuencia en que, por ejemplo, se prevea tras la confrontación una negociación posterior; y viceversa. En los países democráticos, la lucha por el poder se decide a través de la confrontación electoral, la cual es precedida normalmente por negociaciones y alianzas preelectorales; mientras que los asuntos de gobierno se discuten libremente y se deciden usualmente en virtud de un proceso, en el cual la confrontación es seguida por la negociación y la búsqueda de consensos.
La corrección de la estrategia. La mejor prueba de la eficacia de una estrategia es su utilización práctica; en la medida en que su propio diseño y las circunstancias le permitan corregirla sobre la marcha. Sin embargo, una estrategia no solo es susceptible de fracasar a causa de su mal diseño e implementación. Ello puede ser consecuencia de cambios en diversas variables críticas, que intervienen en una situación específica.
Entre estos cambios podemos enunciar los siguientes:
a) Cambios en los intereses de las partes que intervienen en el proceso político.
b) Cambios en el valor de las operaciones envueltas en la estrategia.
c) Cambios en el liderazgo u otros aspectos importantes de la organización de las fuerzas o actores que participan.
d) Cambios en el contexto o en la relación con la dinámica política (aislamiento, dispersión, etc.).
e) Interacciones negativas o de poco impacto de las acciones tácticas con relación a los objetivos estratégicos.
Son estos los grandes principios que deben presidir toda campaña política aquí y en cualquier parte del mundo.