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Cuando se pretende triunfar en una lid política, parece elemental centrar la atención primaria en definir qué se pretende alcanzar en esa brega y sobre todo priorizar en la misma, lo que merece nuestra atención prioritaria; sin embargo eso no está siempre claro para todos los actores, particularmente para las elecciones del 2016 en las que habrá comicios presidenciales, legislativos y municipales, ya que actúan diversos partidos, alianzas, movimientos y grupos, con sus propios intereses y objetivos.
Así en toda estrategia política deben establecerse objetivos globales, como serían alcanzar el poder y mantenerlo, o cumplir un determinado programa de gobierno. Pero también están los objetivos parciales, que no son los únicos requisitos para lograr los globales; como por ejemplo, reclutar adeptos suficientes, mantener la disciplina de un partido, desarrollar una organización eficiente, controlar los sindicatos o ganar elecciones. A nivel de gobierno, entre los objetivos parciales podemos contar ganar puestos y control mayoritario en el Congreso y los ayuntamientos la democratización del país, desarrollar la producción agropecuaria e industrial, eliminar el analfabetismo y reducir el desempleo.
Del mismo modo, pueden establecerse objetivos intermedios, diferentes y hasta contradictorios con respecto a los objetivos finales. Por ejemplo, un objetivo de confrontación puede ser sólo un eslabón intermedio en la búsqueda de una negociación o una mayor estabilidad política, basada en la cooperación de los antiguos oponentes. Por extensión, la propia estrategia para un período determinado puede ser considerada como una parte o estabón intermedio concebido como un proyecto de largo alcance, que abarque la misión de toda una generación, o aún más.
La importancia de los objetivos estratégicos desde el punto de vista de la psicología social radica en su significación para llenar las necesidades y aspiraciones sentidas por los integrantes y líderes de la fuerza o actor social de que se trata. Es a lo que por lo general se denomina motivación política.
Otro componente psicológico de los objetivos estratégicos es el de la “moral” para enfrentar los obstáculos que se oponen a su logro, lo que se define como “voluntad política” o decisión para la acción.
En la motivación política pueden incluirse las necesidades reales, tales como alimentación, vivienda y salud, así como otras que tienen que ver con el nivel de aspiraciones de bienestar e influencia de los individuos; mientras en otros casos, son el producto de la ideología política, religiosa o ética, como son los valores de la libertad, la independencia, la democracia, el control de los santos lugares, la observación de reglas de carácter religioso, etc.
La voluntad política de una fuerza o actor político depende a su vez de la evaluación de los propios medios disponibles; así como de los obstáculos y fuerzas que se oponen al logro de un objetivo durante un período determinado, evaluación en buena parte subjetiva.