El silbo o silbido puede ser el sonido que una persona emite con los labios o con la ayuda de la lengua encorvada, o dos de sus dedos enclavijados dentro de la boca, para llamar la atención de alguien, o para elogiar los atributos físicos de otra persona. Silbamos o pitamos para entonar una canción real o inventada, y emiten también silbos el viento, agentes de orden, máquinas rodantes y estáticas. Se conoce, además, que, en La Gomera, una de las islas Canarias, el silbo es una forma de comunicarse mediante silbidos, algunos de los que pueden escucharse hasta a cinco kilómetros de distancia. Y hay silbos indeseados. El doctor Eduardo Gautreau de Windt, reputado médico, especialista en Vías Respiratorias, sabe más que muchos de nosotros que una persona con las vías respiratorias afectadas puede emitir silbos, silbidos o sibilancias, todos sinónimos, al momento de respirar.
Si en la época en que este médico inició su ejercicio profesional nos hubiera convocado a examinar junto a él la publicación de algo relacionado con un silbo, es probable que hubiéramos pensado que se trataba de la divulgación de sus experiencias con pacientes afectados por bronquitis, neumonía, enfisema u otras enfermedades. Y aun ahora, cuando no solo conocemos a Eduardo Gautreau como poeta, ensayista, narrador, dramaturgo y gestor cultural, es probable que la convocatoria a este evento, en el que se presenta su obra titulada “Relatos de un silbo”, haya causado en algunos de nosotros un silbido tenue, casi imperceptible, de esos que emitimos cuando el desconocimiento, ignorancia y hasta temor substituye el habla común. Y nos hayamos preguntado: ¿A qué silbo le atribuye el autor estos relatos? Para colocar otros asuntos en contexto mantengamos la incógnita.
Estarán de acuerdo conmigo en que el autor literario es una especie de “diosito”. En su proyecto escritural él conforma su equipo como le place. Elige como narrador a una estatua, una flor, una anciana moribunda, un niño en el vientre de su madre, un carnicero, médico, astronauta, u otros, para que expresen algo de acuerdo con su condición y experiencia, y le otorga la facultad de pasar su voz a otras personas u objetos. El autor también selecciona a los personajes y les asigna atributos físicos y psíquicos, escoge el estilo y otros componentes del proyecto. A diferencia de otros géneros literarios como la novela y el cuento en las que el narrador puede tener enfoques diferentes a las del autor, en la poesía y en la prosa poética hay un yo poético que es la voz y pensamientos del autor que no se desligan de las condiciones del narrador.
En esta concurrencia de amigos está presente Eduardo Gautreau de Windt, el autor de carne y hueso de los relatos que hoy presentamos, que adelanto con decirles que en su mayoría se elevan al prestigioso sitial de la prosa poética. Quien cuenta estos relatos es un silbo, pero el contenido lírico de su discurso viene del yo poético de Eduardo. Es su voz, la esencia de sus emociones, percepciones y reflexiones expresadas por un intermediario. Octavio Paz dice que el poeta tiene una voz que misteriosamente es y no es suya. El invisible silbo y Eduardo cantan a dúo el ritmo de la prosa, pero la letra y música la pone el autor. Como observarán en los relatos, la cuerda que une a Eduardo con el silbo es todavía más fuerte, más íntima, porque el primero crea al segundo con los atributos de un poeta.
Volvamos a la pregunta que dejamos en suspenso. La respuesta está al inicio del libro.
“Me preguntó curiosa –¿Qué es un silbo? Y le dije, con certeza poética y seguridad de hombre: un silbo, amor, es algo muy extraño y misterioso, que crea poesía, lo llevan en el pecho algunos seres, con alas transparentes, que Dios en su bondad y por su gracia, ha puesto entre los hombres.
– ¿Y dónde puedo hallar uno?
– Es fácil, amor -le repetí de nuevo, siendo la segunda vez que le llamaba así- solo cierra los ojos, cree con fe en él y sentirás su presencia junto a ti.
Crédula, cerró sus lindos ojos de un claro marrón amarillado. Y yo fijando mi vista en sus tiernos labios, me le acerqué hasta rozarlos. Y le dije, abre los ojos con lentitud de virgen, que ya uno acudió a ti.
Ella, sintiendo el fuego de mi aliento abrió sus lindos ojos y me dijo, con ingenua dulzura:
– Entonces el silbo eres tú. – Y la besé. Y me dejó besarla. Y entonces la besé otra vez y ella me besó.
Desde aquel día soy un silbo. Un silbo suave, apacible y dulce, que vive de besarla cada vez.”
O sea que el silbo narrador de esos relatos es un ser extraño y misterioso, un poeta, que en la práctica no se desliga del autor Eduardo Gautreau.
Los sujetos y temas de los relatos son variados, pero la mujer, el poeta, el amor y el erotismo sutil o develado son los protagonistas más visibles que suben y bajan los escalones de emociones, percepciones y reflexiones creadas por la prosa poética de Eduardo Gautreau De Windt.
En la obra encontrarán relatos que evocan el recuerdo de otros tiempos, como este:
“Ayer, cuando importaba el tiempo, el oro era estorbo para el ligero andar. Y solo las distancias de veras separaba a los hombres. Ayer, cuando la lluvia era dulce y el rocío matizaba el porvenir y el canto de los gallos llenaba las mañanas de promesas. Ayer, cuando tú y yo éramos niños, mirábamos la luna con respeto y el mar era un océano de sueños para cruzar al mando de un navío. Yo quería navegar, tú aspirabas a volar sobre los cielos. Ayer, cuando ambos éramos aún dos niños no éramos poetas como hoy.”
Y ejemplos de erotismo, como el relato titulado “Sus Lecturas”.
“En las dunas inquebrantables de su mente crecían castillos como muros nuevos donde Pessoa y Areola competían por los lauros que ella suministraba en sus lecturas. Yo me las disfrutaba, mientras alucinaban con lo fantástico y maravilloso que había en ella, y solo atinaba a los lauros de sus areolas en mi boca y mi lengua sobre jugando con todo lo real de sus pezones.”
“Greencard” es un relato, matizado con metáforas y símiles que describe los sentimientos de la mujer abandonada por la preferencia del esposo a conseguir una “green card”.
“Es Penélope, mirando el mar… su oscuro Ulises, ya no le escribe, no le manda mail ni mensajes de texto. Su nigro-a-mante se ha ido con otra, por una simple visa, por una residencia hacia el delirio de la Ciudad sin Dios, Gris-Mercado, donde se compra el bienestar con la greencard. Su pelo se ha tornado rojizo por la espera, su piel se desvanece en la agonía de no ser tocada. Intacta sus veredas más íntimas, aúllan por las noches, como hienas en celos castigadas al sol. Su mirada se ha ido tornando azul como ese mismo mar que ella escruta, sin descanso ni alivio… Ella busca, sobre la piel del mar, la nave que le traerá el regreso de su amor en falla; de su traidor amante, que abandonó a su Patria, a su Mujer, y hasta a su misma historia, tan solo por un sueño ajeno: El sueño americano del proscrito.”
En algunos relatos el autor se vale de objetos inanimados para exponer emociones, como en “ Verdad Ficcionada”, que dice así:
“Conocí a Maureen una tarde de mayo (o fue en abril, o antes, ahora no importa), mas, lo que no se me olvida es su fino soma posadolescente pintado con un rostro de mujer. En su piel como lienzo, alguien jugando con matices, había pintado el rostro de la poesía (pues la poesía tiene facie de mujer -mujer amante, mujer que fluye como río grande). Sus ojos, como pechos, escasos pero subyugantes me miraban, su ombligo, entre los labios, me invocaban al beso. Luego su danzante gracia me hizo volar por encima de las mesas, de los asientos y de todas las tramoyas expuestas y silentes de aquella tarde de cantos.
Conocí a Maureen como una estatua, pero sé que le latía el corazón.”
Me detengo a comentar que a mi juicio hay algunos de los relatos que, aunque no tienen algunas de las características más comunes del cuento, como la intensidad narrativa de la historia, el desenlace imprevisto y otras, en el libro hay varios relatos que por su brevedad, subjetividad y discurso narrativo se acercan a ese género. Por ejemplo, “Del infierno a la gloria”:
“Entró ella, rubia, alta, curvilínea. Y con una voz fingida le dijo:
– Gracias doctor, su tratamiento me salvó la vida.
– Disculpe señora, pero creo que está confundida, no recuerdo haberla tratado. Cierto, pero gracias a usted, colgué los hábitos y algo más. Luego con su voz natural le dijo: – Que Dios le bendiga hijo.”
En términos similares, destaco el relato titulado “La Partida”, que recuerda el estilo de César Vallejo, el inmenso poeta peruano que creó un estilo de vanguardia en la prosa poética, por su capacidad de combinar la intensidad emocional de la poesía con la narrativa de la prosa. Dejo a la consideración de los lectores, indagar si ese relato está basado en una historia real o ficticia. “La Partida” dice así:
“En un atardecer de otoño, ella decidió no ser poeta, así que, luego de meditarlo mucho, cerró todos los libros que tenía abiertos, rompió y luego quemó todo lo escrito y colgó su alma del mástil más alto de aquella barca vieja, varada en la playa blanca adonde solía acudir, de tarde en tarde, a contemplar la soledad, y a plasmar con su pluma los suspiros más íntimos brotados de su ser. Luego se quitó las sandalias las arrojó a la mar y con los pies desnudos se fue con el primer soplo de brisa que le besó en el rostro, al caer el crepúsculo.
Desde entonces nadie sabe de ella nada nuevo, pero los pescadores, marineros y caminantes dicen que, de tarde en tarde, la brisa agita los rastrojos que cuelgan de lo alto del mástil de aquella barca vieja y se escuchan susurros que recitan infinitos poemas que les estremecen el alma a todos los que los escuchan.”
Y así desfilan “El loco y la luna”, “Cuarteada de Esperanza”, “Mis zapatos”, “El celular”, “Nuestra herencia” y muchos relatos más que estoy seguro maravillarán al lector por su contenido y estilo, relatos del mundo real y soñado que lleva dentro Eduardo Gautreau De Windt, un poeta apasionado, dueño de un cofre de recursos literarios.
Vuelvo al yo poético para confirmar lo que muchos lectores saben. El hecho de que en los relatos escritos en prosa poética el yo poético del autor es el responsable del contenido y el estilo de esos relatos, no significa necesariamente que son autobiográficos, pero algunos podrían serlos total o parcialmente, y dependerá de los recursos literarios empleados por el autor para no exponer ese yo. El mismo Eduardo Gautreau, en su ensayo sobre “Estaciones del Ángel “, de Argelia Aybar Muñoz, encuentra un yo poético muy expuesto, por el uso del yo personal, las confesiones, autocuestionamientos y otros elementos, por los cuales el ensayista llega a la conclusión que ese poemario fue “fruto de una honda y dolorosa experiencia muy personal, que marcó el existir de su propia autora”. Creo que Eduardo evitó ese error, pero si algún lector tiene inquietud de saber si tal o cual relato es autobiográfico, principalmente aquellos que tratan temas eróticos, le sugiero que emita un silbido tenue que revele inquietud y, cabizbajo, como si dudara en preguntar dijera: “Eduardo, por casualidad, ¿aquel beso genital bajo la lluvia está basado en tu experiencia personal?
Por lo demás, los invito a leer los Relatos de un silbo. Estoy seguro de que los disfrutarán tanto como yo.