Soledad, tiempo y olvido: estancias de la vida

Soledad, tiempo y olvido: estancias de la vida

La vida, el vivir, cabalga al lomo del tiempo, rigurosamente dependiente de cómo soplan los vientos que marcarán el destino a seguir. Ráfagas aciclonadas será una de su suerte, tempestad que todo lo arrasa como un estigma gestado por el amargo sino de un triste parecer. O quien sabe, vientos de fresco devenir, brisa de leve sentir que acaricia el ambiente y hace que reine una agradable sensación de bienestar.

Así en el transcurrir de vivir, el tiempo es el rincón, refugio de los vaivenes de la existencia, gratos sentimientos de paz o ingratas formas de padecer. Todo este coloquio vivencial con la presencia de una pobre soledad, o un penoso olvido, nos dice con certeza que tanto el tiempo, como la soledad y el olvido son estancias del vivir, estancias de la vida.

Olvido: ave rapaz que nos corroe el alma, el espíritu y la razón. Sombría estancia de un infinito malestar, permanente, callado, triste comensal que agobia el pensamiento.

Olvido: apartado rincón de la existencia, paraje oscuro, ausencia de estar, ingrávida presencia en el tiempo.

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Olvido: ausente estado del recordar, extraña forma cruel y sorda de vivir, lejana instancia, pérdida y confusa razón de ser o no ser.

Olvido: lucha tenaz entre el espacio perdido y la triste estancia de estar.

Olvido: eterna vigilia sin amor, sin locura, sin consuelo, inerte estado sin sueños; así sin vida.

Soledad: experiencia de vida, fallido soborno a la existencia, estado de ausencia infinita, quehacer del hastío, pesar del corazón.

Soledad: hija del olvido cabalgando en el tiempo, sin meta, sin ruta, sin rumbo. Sola con el decir de la pena, un triste y sordo gemir. Malestar que agota, resume una triste sensación de no amar la vida.

Soledad: profunda sensación de una callada tristeza, vacío de la existencia, retiro de ingratos recuerdos, posada de la angustia, semblanza de lejanos pensamientos.

Soledad: sentencia vaga del vivir que anida en el más oscuro rincón del olvido.

Soledad: eco sordo del más sentido padecer del espíritu.

Soledad: lejano y distante estar sin amor, sin ternura, con la grave sentencia de la muerte aun con álito de vida renunciando en sus entrañas.

Otros quehaceres del encanto, delatores de mágica belleza, de coloquial intimidad, son abanderados de la soledad. Solo la íntima convicción del artista acoda su quehacer en su más hondo sentir que vaga en coloquial compañía de la triste esperanza que nos ofrece la soledad.

No importa que este haya sido herido por su entorno, provocado por lo hermoso o lo bello de ver la vida, el encanto de soñar con el irreal mundo de sus mentiras o sus verdades, o sentir el frío estímulo de las decepciones, necesita por razones intimidantes, encontrar su destino anhelado en el espacio que solo la más incierta soledad puede ofrecer a su inquietante espíritu.

Beneficios de la soledad: solo uno, ser el entorno místico de un raro estar, quizás acogedor, que el artista añora y necesita para entregarnos el más hermoso regalo de su sensible alma de poeta.

Soledad: perfil del arte, regazo de los sueños, morada de las íntimas palabras del encanto.

Tiempo: asonada tranquila que cargamos a cuestas, prodigio de recuerdos, olvido, nostalgia y la triste esperanza de un seguir viviendo, unas veces grato, otras, con la pesada carga de ese mal vivir. Es el misterioso transeúnte que nos acompaña con la magia de su extraña existencia.

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Tiempo: guarida cargada de males, posada de sueños, encantada aventura de luces bañada de sombras.

Tiempo: espacio infinito, rumor de la brisa, lugar acodado en el sueño, acodado en el alma, aferrado al recuerdo.

Tiempo: bien podría ser así; hermosa canción de agradable tono, música alegre de suave cadencia, de brillantes notas y cantares de tierna poesía; murmullo amoroso, coloquio de estrellas, luceros y luna, sentidos poemas de Lorca, Neruda y Rimbaud. Atajo trillado por seres queridos, dejando en sus huellas piadosos recuerdos de amor y ternura.

Tiempo promisorio, tiempo para llorar de alegría y cantar la esperanza.

Tiempo para recordar recuerdos de amores, tiempo embriagado de grato existir. En fin, tiempo para añorar tranquilo y feliz el tiempo, el tiempo soñado, el tiempo pasado.

Tiempo, olvido, soledad, aristas que se anidan en el cotidiano vivir del hombre y su destino. Pesada carga de dudas, pensamientos, firmes verdades que agobian, laberinto de ansias, preguntas que no se responden, eterna instancia del desconsuelo, destino incierto, sueños; y al final, el gran final: inmensos deseos de seguir viviendo.

He querido compartir estas inquietudes que, aunque extrañas, pero muy ciertas, puedan dar fe y cierta autoridad para tratar ese escabroso tema. Nos quejamos, pero algo positivo nos deja el largo tiempo vivido, a pesar de la soledad y el olvido.

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