Las labores de inteligencia a lo largo de la frontera terrestre dominicana deben hacer compañía a los cierres de cruce a través de ella excepcionalmente dispuestos por la emergencia que emergió del brutal atentado que puso fin a la vida del presidente Jovenel Moïse en Puerto Príncipe.
La vulnerabilidad de Haití a conspiraciones y tropelías de pandilleros continuamente escapados de control, no experimentaría cambios todavía. Huir de Haití sería opción para escapar al peligro y al hambre. Pero también lo sería para que los agentes de la subversión en pie pretendan, como ratas huidizas, eludir persecución.
Atraparlos en el intento para detener su sangrienta carrera criminal y facilitar la acción judicial correspondiente por su siembra del caos, sería una demostración de repudio al terrorismo y de resuelto apoyo a los haitianos de buena voluntad llevados al desastre por los facinerosos comunes y políticos.
De un país en desgracia por debilidades de mecanismos para mantener el orden, los dominicanos tendrían que esperar mayores impactos negativos por crecimiento de la migración irregular con riesgos sanitarios por el pobre control de enfermedades de aquel lado de la frontera y por probables intentos de infiltración de criminales en fuga.
Un Haití convulsionado, mermado productivamente, fallaría como puntal del intercambio comercial favorable al país. El Estado dominicano debe estar abierto a la cooperación.
Lo presencial gana aceptación
Aun constituyendo numéricamente la que menos efectos graves y letales recibe del coronavirus en todas partes, la infancia conforma el segmento del país más golpeado por impedimentos de acudir a escuelas por casi dos años, o sujeto a una virtualidad de bajo rendimiento o a una fórmula semi-presencial incierta.
Armado de coraje el Gobierno ha dicho esta vez que en septiembre, al comienzo del año lectivo, las escuelas han de estar pobladas sí o sí.
Aceptación tardía de que la enseñanza de primeros niveles implica menos riesgos de contagio que los inherentes a otras aglomeraciones indomables de adultos para diversos fines urbanos de transporte, días de compras y diversiones.
El público numeroso de las bebentinas gana más batallas contra las restricciones de horarios incómodos que el afligido y vital sector educativo .