El Norte vive en S. O. S. Las personas aclaman por auxilio. Han perdido vidas, casas, electrodomésticos, camas, alimentos, ropas, animales, etc. Se encuentran incomunicados, sin agua y sin alimentos; viven el pánico, la desesperanza, la impotencia y las frustración de ver los ríos crecer y romperlo todo: puentes, carreteras, tierras, árboles, propiedades, parcelas, en fin, todo en el Norte ha sido afectado. Las fuertes lluvias y el desborde de los ríos, más el desagüe de la presa de Tavera han puesto de rodillas a varias comunidades. La desobediencia del hombre contra la naturaleza, el desafío por décadas; ahora le ha tocado a ella cobrarse con creces y de forma furiosa sus daños. La pena es que siempre pagan los más vulnerables, los más pobres y las gentes que viven excluidas y de forma marginal al lado de cañadas, ríos, zonas de peligros y lugares vulnerables.
Contra la naturaleza no se puede. Pero el hombre no aprende: corta los árboles, escava los ríos, contamina el ambiente, sigue haciendo carbón, construye casas y caminos por donde el agua transita. El hombre suicida el medio ambiente y, ante la escasez del agua no se detiene a pensar en futuras generaciones. El egoísmo es tal que destruimos la flor y la fauna del presente y del futuro. Y aun así, hacemos poco. Pero siempre la naturaleza se revela. Alguien dijo: “a la naturaleza se le vence obedeciéndole”; ahora ha puesto a una región en S.O.S. Son decenas de comunidades inundadas, incomunicadas y destruidas; viviendo y sufriendo una tragedia poco vista en los últimos años. Comunidades y familias que lo han perdido todo; cuando digo todo, es todo; lo pobremente acumulado por décadas: su casa, los ajuares, sus ropas, sus documentos y sus animales. Ahora son más pobres y más vulnerables, luego vendrán las enfermedades, el volver a empezar y volver a soñar. Pero sólo no podrán; sólo no podrán construir casas, labrar sus tierras, comprar ajuares, animales, ropas y alimentos, etc.
El Norte necesita ayuda por mucho tiempo, por largas horas y de forma permanente. Es una verdadera tragedia humana y existencial. Hay que expresar una solidaridad sintiente, palpable, que le devuelva la vida, la alegría, la esperanza, la compasión y el valor por la vida y la felicidad. El acompañamiento debe ser prolongado y de forma presencial, para que vean, sientan y olfateen las ayudas en todas las dimensiones. Necesita de todo, y de forma urgente. Volver a la funcionabilidad, encontrarse con animales, reparar casas, o poder construirla, tener agua y alimentos, créditos para accionar en sus tierras, y poder comprar los ajuares es vital para superar el duelo; vivir la Navidad, sentir la solidaridad, el altruismo y la mano amiga del Estado, del sector privado, de la sociedad civil, de los partidos políticos, de los militares, bomberos y de todo el dominicano de aquí y de allá, de los de a pié, y de los del confort.
El Norte vive la tragedia del pánico, el dolor, la pérdida y el sufrimiento colectivo. Es una tragedia humana provocada por la naturaleza. Se espera que aprendamos todo del trauma. Que el acompañamiento sea humano, afectivo, inclusivo y bien cohesionado, pero sobre todo que llegue de forma equitativa y justa para todos y todas. Recordar que lo correcto y lo humano se practica aunque no nos vean. Cada dominicano que pueda apadrinar una familia; debe hacerlo con compasión, con altruismo por Puerto Plata, Moca, Nagua, San Francisco de Macorís, Santiago, Monte Cristi, para que reciban la mano amiga. Por el Norte y para el Norte. Por siempre y para siempre. Que viva el compromiso y el respeto con la madre naturaleza.