El Senado de la República inició el proceso de seleccionar para el cuatrienio que comienza a los miembros del supremo organismo de elecciones para lo cual es su deber conocer mediante comisión las legítimas aspiraciones de toda idónea procedencia que merezca ser valorada incluyendo, desde luego, a quienes acaban de regir allí con excelentes resultados y reconocimiento y les asiste el derecho a repostularse. Ojalá lo hicieran.
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Los comicios del 2020 fueron exitosos en organización y desarrollo, punto por punto, con dos sucesivas votaciones y una breve pausa intermedia para conducir apresuradamente al electorado hacia unos segundos sufragios de objetivos diferentes. Interregno entre febrero y mayo de particular intensidad y presiones, aunque libres de violencia, ejercidas por exigentes liderazgos partidarios.
Patente el esfuerzo de la autoridad electoral por cumplir impecablemente sus fines, abierta a reclamos y sugerencias de todos los contendientes. Su neutralidad, independencia y competencia merecieron reconocimiento del sistema partidario en el balance final, y la valoración de la ciudadanía y de entes de observación electoral captada por diferentes vías fue muy satisfactoria. Los malos de esas películas fueron los incontenibles activistas de todas las banderías que se esforzaron más activos que antes por envilecer, mediante la compra de votos estas citas con las urnas que transcurrieron mayormente en orden y captaron, efectivamente, la expresión mayoritaria del pueblo.