Todavía están discutiendo si los humanos somos malos de nacimiento como dijo Maquiavelo o todo lo contrario como señaló Rousseau.
Y yo digo sí, pero no. La vaina es que hay gente que nace como le da la gana y su esencia no la influye lo externo, todo lo contrario, lo exógeno motiva a seguir siendo la oveja del color que les antoje.
Hay gente que se cría huérfana y termina siendo padre del mundo como Juan Pablo II porque el que nace para ser rey fabrica la corona de las espinas. Y así te menciono a Duarte, Madame Curie, Newton, Juana de Arco, Lissa Simpson y hasta Batman.
Biológicamente tenemos un código genético único, cada quien es irrepetible. El lío es que estamos precondicionados a ser iguales desde antes de nacer.
La escuela es un ejemplo de eso con los mismos uniformes, la misma edad de grado, las mismas tareas y los mismos resultados para todo.
La grandeza de la individualidad se minimiza por las líneas del cuaderno social, si pintas fuera de ahí estás mal, lo sé.
Hay casos de hermanos criados bajo las mismas condiciones donde uno es distinto al resto, no por su apariencia solamente, sino porque tiene gustos peculiares. Se dan casos positivos con gente que sobresale del resto por sus logros y negativos donde pasas de ser de oveja a escorpión.
También hay ovejas negras en los espacios de trabajo. Ese empleado o empleada que es eficiente en lo que hace, pero viste distinto o con toques sutiles de personalidad colorida.
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Algún mechón verde, una camiseta con dibujos abstractos, un piercing visible, quizá no usa maquillaje, come cosas orgánicas o prefiere faltar al junte de los viernes porque ese día tiene yoga.
En las relaciones hay ovejas con su propia colorimetría. Son personas de comportamiento peculiar y esa rareza es lo que atrae, sin embargo, si no comparten alguna similitud el barco tiende a hundirse porque lo extraño se vuelve cotidiano si se come todos los días. Para tener y mantener una relación chula con una oveja negra hay que tener, aunque sea un brazo asimétrico, lo común no atrae ni un chin.
Pero donde destaca más la singularidad del ser es en el comportamiento social. Cuando el grupo se va de fiesta, esta persona se va a un parque a descubrir insectos.
Mientras los panas andan en teteo, ella o él se va en senderismo a una montaña para bailar con la naturaleza. Si el tumulto se va al concierto del artista de turno, esta oveja negra está en casa esperando el nuevo capítulo de una serie medieval abstracta.
La gente común no comprende la singularidad del ser y se aferra a un estereotipo en el que hay que encajar para no dañarse. Lo chulo es que te exigen ser diferente al resto de tus iguales, pero igual a los que ganan diferente.
Aplauden al que fue diferente para hacerse rico, pero rechazan al que fue diferente para ser feliz, bobitos de la vida diaria. Aunque sea la oveja negra, respeto los colores de los demás. Y de eso se trata ser feliz, aceptar lo que eres y lo que es el prójimo.
Estoy casi seguro que los grandes avances, descubrimientos y logros de la humanidad han estado liderados por ovejas negras.
Lo veo en las artes, la política, los deportes, la milicia, la educación y la ciencia. Nadie que ha sido igual al resto ha marcado un precedente porque ser peculiar demanda sacrificar tiempo y espacio para dedicarlo a las ideas raras, esas que cambian todo.
Díganle a Maquiavelo y Rousseau que dejen su tiradera, la verdad es que cada quien nace con factores únicos y tú decides hacerle caso a lo que eres o dejarte llevar por lo que quieren que seas. Todos tenemos colores para hacer una obra de arte o ensuciar el lienzo que te da la vida, depende de ti.
El mundo sería muy aburrido sin diversidad animal. Soy oveja negra, y me encanta.