Cuando estalló la Revolución de Abril, Sucre Féliz Rodríguez abandonó Padre las Casas junto a Bernardo Segura, Tello Sánchez, Amaury Germán Aristy y trece hombres más, dejó su productiva empresa agroindustrial y disparando a los cables telefónicos llegó a la capital para integrarse al movimiento por el que ya había caído preso el 12 de enero de 1965.
Ese día transportaba a José Francisco Peña Gómez, Fenelón Contreras y Mundito Espinal, y perseguidos por la Policía, el carro chocó. Peña, quien llevaba la proclama que se leería en la fecha, pudo escapar al igual que Contreras.
Féliz es héroe y mártir de la histórica gesta en la que se desempeñó como miembro del Estado Mayor del Ejército Constitucionalista e intendente general de Aduanas y Puertos. Fue herido a un milímetro del corazón en los sucesos del hotel Matum, de Santiago, y salvó la vida milagrosamente cuando después de horas dando vueltas en un helicóptero porque la intención de los norteamericanos “era que muriera”, lo trajeron a la clínica Dinzey de Santo Domingo, donde lo recibieron los doctores José García Ramírez y Wa- shington de Peña.
Durante su exilio en París fue víctima de un atentado que lo dejó ciego. Había participado en una reunión junto a Juan Bosch, Francisco Caamaño, Máximo López Molina, Manuel Montes Arache, Héctor Aristy… Sucre se adhirió a la posición de los que opinaban que Caamaño debía regresar al país como candidato a la presidencia. No era partidario de que se marchara a Cuba. Al salir del encuentro junto a Ángel Carrasco, cónsul de Argentina, se estrellaron contra un camión. Féliz se había quitado los espejuelos y recibió el impacto en los ojos. “Fue el primer atentado de Balaguer en el exterior”, asevera su hijo Sucre Félix Carbuccia. A los dos días Bosch se fue para Benidorm.
De este combatiente considerado uno de los más intrépidos y honrados no solo del Gobierno constitucionalista, conversan orgullosos su viuda Olga Carbuccia Montalvo; sus hijos Ivansse, Sucre y Dimitri; sus nietos Natasha Féliz Sánchez, Alejandro Barón Féliz y Lía Féliz, y sus yernos Nancy Sánchez de Féliz y Amable de los Santos, a propósito de una resolución del Ayuntamiento designando una calle con el nombre de Sucre Féliz en cuya proposición participó Alejandro, presidente de la comisión de Cultura del Consejo de Regidores del cabildo. Otros constitucionalistas recibirán igual tributo.
Aparte de una suite en el Matum, es el reconocimiento más significativo que se rendirá al revolucionario, el último de los desterrados de abril en poder entrar a su país, porque pesaba sobremanera el calificativo de comunista que le habían endilgado los yanquis.
Sucre siempre estuvo vinculado a grupos de la izquierda, pero no era militante de esa doctrina, aclaran. Sin embargo, tanto él como su hermano Demóstenes (Cucho) recibían feroces ataques de Rafael Bonilla Aybar y del general Wessin, que los tildaban de “comunistas a ultranza”.
No pudo asistir a los funerales de su madre, de su suegro ni de su hijo Johnny cuyo cadáver trasladaron desde Estados Unidos, por esta prohibición que solo pudo quitarle el presidente Antonio Guzmán en diciembre de 1980.
Héroe olvidado. Héctor Sucre nació el 26 de marzo de 1932 en Padre las Casas, Azua, hijo de Gerineldo Féliz y María Rodríguez Bobadilla. Estuvo algunos años en la milicia pese a que fue antitrujillista, del 14 de Junio, y estuvo preso en solitaria.
Sobrevivió gracias a que su padre había salvado la vida a Trujillo en un viaje a Haití y era tenido como un cacique en el Sur. Al desatarse la Revolución ostentó rango de mayor, el presidente García Godoy lo retiró como coronel pero a su retorno a la República Dominicana no le reconocieron el grado. Tampoco recuperó las tierras que Balaguer le embargó en su pueblo natal.
Pertenecía a la Orden Rosacruz y tanto aquí como en París realizó cursos de relaciones internacionales, ciencias políticas y diplomado en economía.
Conoció a Caamaño desde antes de la guerra, “eran como hermanos y continuaron comunicándose”. Lloró cuando lo mataron al igual que cuando asesinaron a Amaury Germán, a quien dejó su fusil cuando se ausentó tras el conflicto de abril. Sabía, expresan sus parientes, que Francis “se iba a inmolar, porque estaba enterado de las contradicciones existentes entre él y los cubanos”.
Otro de sus grandes amigos fue Juan Lora Fernández. “Eran muy arriesgados. Cuando los acontecimientos del Matum se retiró el grueso de los militares y ellos se quedaron peleando”.
En la contienda bélica Sucre Féliz estuvo en el comando de la calle Pina esquina Canela y luego en el edificio Copello. Olga, la esposa, se trasladó a Santo Domingo a ofrecerle apoyo y trajo consigo a todos sus hijos. Vivieron en El Conde, Doctor Delgado, Palo Hincado. Otra hija del matrimonio, además de los citados, es Ana María, residente en Estados Unidos.
Tan compenetrada estuvo la prole con la lucha de su padre que llaman tíos a casi todos los protagonistas de Abril de 1965.
El valiente patriota, padre ejemplar y amoroso esposo fue quien sacó a los cascos blancos en el asalto de la fortaleza Ozama, narran, estuvo en el batalla del puente Duarte y los días 15 y 16 de junio, cuando los norteamericanos decretaron la “Operación Limpieza”, propuso a Caamaño colocar explosivos en todos los bancos y estaciones de gasolina. El Presidente reaccionó preguntando si Sucre se estaba volviendo loco.
Su honradez es destacada entre otros de sus valores. “Papá entregó la rendición de cuentas de todos los gastos de la Revolución de Abril” en el momento de las negociaciones con la Organización de Estados Americanos, asevera Sucre. Al concluir la revuelta fue designado cónsul general de la República en Le Havre, París.
Pese a su heroicidad, el nombre de Sucre Féliz, fallecido el 29 de octubre de 2006, ha sido condenado al olvido. “La intendencia fue como el alma de la Revolución y también él fue el único civil que tuvo un rango militar y esto todos trataron de obviarlo”, comenta Sucre. Agrega, además, que “la historia contemporánea responde a los intereses de quienes la escriben”.
Amable acota que “quizá el hecho de estar ciego lo convirtió en un coronel que no tiene quien le escriba, pero probablemente sus hijos no tuvieron el valor de proyectar el arrojo de su padre. Sucre murió y no dijo las cosas que tenía que decir”.
La resolución que designa una calle con su nombre es la número 8 de 2015. Aún no ha sido seleccionada. Su nieto Alejandro espera “que sea una vía de mucho tránsito por donde la gente pase y conozca la trayectoria de mi abuelo”.