Gobernar bien es tarea compleja que demanda sensibilidad, voluntad, dedicación, firmeza y coraje.
Va más allá de conseguir y mantener complacencias y simpatías de correligionarios y conciudadanos.
Implica honrar admonición de Churchill: convertirse en estadista pensando en próximas generaciones; además de las presentes.
Implica organizar el Estado e imponerle un comportamiento institucionalizado para blindarlo de administradores de turno; presentes y futuros.
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Balaguer reclamó varias veces oportunidad para implementar el gobierno que soñó desde niño. Su vocación reformadora, transformadora -y sus prioridades de austeridad, comedimiento de endeudamiento, medioambientales e identidad nacional- se ven opacadas por no haber institucionalizado el Estado.
Ese sueño pasó a ser utopía. Como el socialismo utópico de Fourier, Saint Simon y Owen; la Utopía de Tomas Moro y la República de Platón inspiradora de lo platónico. En el libro de Ezequiel se esboza un Israel utópico y en “La Ciudad Virtuosa” de Al Farabi, la idealización de Medina en tiempos de Mahoma.
Pero utopías y sueños, al igual que ideologías, constituyen chispas inspiradoras, motivacionales, para fijar parámetros éticos y programáticos que permitan gobernar bien. Aportan orientación para actuaciones esperanzadoras y capacidad autocrítica.
No disponer sueños y utopías abre puertas a improvisación, repentismo, clientelismos y salto al vacío propios del mal gobierno.
Formulamos estas reflexiones en ocasión del nuevo período constitucional que encabezará Abinader, que él mismo se ha autolimitado, enfáticamente, a cuatro años.
¿Podrá en ese período institucionalizar el Estado, fusionando y adscribiendo organismos a menos ministerios?
¿Diseñar procedimientos simplificados que reduzcan costos y aumenten eficiencia?
¿Mejorar calidad del gasto para activar desarrollo y disminuir endeudamientos?
¿Imponer una economía de satisfacción de necesidades y generación de empleo de calidad en sustitución de la economía especulativa que nos comprime?
¿Preservar calidad ambiental imponiendo cultura de preservación, evitando depredaciones para luego compensarla con reparaciones?
¿Fortalecer identidad nacional amenazada por migraciones que hacen imprescindible ayudar a Haití a que se desarrolle para evitarlas?
¿Podrá tener Abinader sueños más trascendentales que estos para implementarlos en los cuatro años que se autoimpuso?