DANILO CRUZ PICHARDO
Todavía retumban en los oídos de los dominicanos los alegatos de campaña de los reeleccionistas, cuando de forma simple atribuían la crisis económica del país a los altos precios del petróleo en el mercado internacional, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, las guerras en Afganistán e Irak y, finalmente, las quiebras de tres bancos comerciales en el ámbito local.
Todos los hechos internacionales mencionados ocurrieron y, posiblemente, repercutieron negativamente sobre la economía de los países de América Latina. Pero ¿por qué sólo la República Dominicana, durante los años 2003 y 2004, tuvo decrecimiento de forma consecutiva? Ese decrecimiento ascendió a -0.4 (en el 2003) y a -1.0 (en el 2004). Es evidente, pues, que hubo manejos inadecuados de parte de Hipólito Mejía y su equipo económico en lo que atañe a la problemática nacional.
A pesar de los obstáculos económicos en el plano exterior (que los hubo) el presidente Mejía tuvo la gran oportunidad de realizar una buena labor gubernamental, porque contaba con el favor de todos los poderes públicos y se aprobó una reforma fiscal que constituyó una traje a su medida. Además, multiplicó la deuda externa, aunque esos recursos frescos se despilfararon de forma voraz e inexplicable, porque no sirvieron siquiera para detener la devaluación del peso dominicano y la tasa de inflación. La depreciación del peso en los años 2002 y 2003 ascendió a 40% y 70% respectivamente. En lo que toca al 2004 la catástrofe no fue mayor (devaluación de un 35% de la moneda nacional) gracias a que el electorado, el pasado 16 de mayo, paró en seco las pretensiones reeleccionistas del señor Mejía.
La pasada administración no sólo se caracterizó por la ineptitud y la terquedad (terquedad, porque no escuchaba sugerencias sanas), sino también por las grandes irregularidades cometidas por algunos de sus funcionarios, las cuales iban desde nepotismo, actos dolosos y los escándalos constantes que involucraban a los denominados ayudantes civiles del presidente.
Esos 14 años de oposición no valieron la pena, si después de tantas luchas y sacrificios de la militancia del PRD finalmente se lleva a la Presidencia de la República a un hombre que hizo un gobierno de amigos (fundamentalmente), que salieron del anonimato el 16 de agosto del año 2000, mediante los decretos que les favorecieron. Lo peor del caso, sin embargo, está en el desastre de gobierno realizado y en el lodo que se le ha tirado al PRD como entidad política.
Se habla de que la opinión pública desconoce todavía los grandes actos de corrupción cometidos en el gobierno anterior. Pero el lodo es suficiente con los escándalos de la Policía Nacional, en lo que concierne al usufructo de vehículos robados y posteriormente recuperados por el denominado cuerpo del orden.
El lodo es suficiente cuando se establece que Quirino (narcotraficante y capitán del Ejército Nacional) fue juramentado en el PRD por el cuñado de Hipólito y, además, fue determinante en el triunfo electoral de una provincia.
Se le ha hecho un daño muy grande a la República Dominicana, pero de forma muy particular al PRD como organización política, cuyo crédito público en la actualidad es muy pobre y no se vislumbra, por el momento, una evolución favorable de su imagen ante la población, a tal punto de que en el hipotético caso de que mañana se celebraran las elecciones de medio término, para escoger funcionarios congresuales y municipale, es difícil señalar a una provincia como segura ganadora.
Y todos por la sencilla razón de que la gente tiene fresca en su mente los graves errores del gobierno de Hipólito y porque aquellos que la población señala como responsables de los desaciertos han pretendido, en todo momento, jugar un papel protagónico, pese a que las circunstancias aconsejan el silencio y el bajo perfil.
En el PRD habría que tomar medidas históricas, habría que practicar cirugías y renovar cuadros directivos. Y se gana tiempo en lo que un eventual desgaste pueda afectar al gobierno del PLD y del doctor Leonel Fernández. Que suele ser lo natural en toda América Latina, porque nada dura para siempre.
Aunque luzca subjetivo, el factor tiempo podría jugar su papel. Pero independientemente del tiempo hay que tomar las medidas necesarias para la recomposición. Y en esa dirección sería aconsejable otorgar los poderes pertinentes al licenciado Hatuey De Camps, presidente del Partido Revolucionario Dominicano, para poner a la entidad política en condiciones de retornar al poder. Pero es necesario, aclaro, ofertar siempre algo totalmente contrario a lo que representó el pasado gobierno, porque fue en contra de esa gente que la población, de forma mayoritaria, sufragó en la contienda electoral del 16 de mayo. Si no reeligieron al PPH es porque no lo quieren, por lo que no tienen sentido exhibir ahora a sus miembros en las vitrinas del partido.
Sacar al PRD del fango de lodo en que lo ha metido Hipólito y el PPH no es una tarea ingenua, pero no se puede olvidar que es una sigla que pesa mucho en la sociedad dominicana y que en otras oportunidades también ha sabido levantarse, por lo que, pese a todas las adversidades del momento, nada se puede descartar en término futurista, sobre todo si se valora que constituye la oposición política al actual gobierno.
Por lo pronto lo que procede es la profilaxis o limpieza y la oferta de un producto diferente. Es posible recobrar terreno perdido.