No era mundana, porque casi siempre estaba metida en un proyecto de investigación o un viaje para tomar información sobre alguna especie o fauna. Fue una niña muy precoz en su interés por la biología. En su medio la querían, la admiraban y era respetada”.
Así recuerda el cineasta, sociólogo y dramaturgo Carlos Castro a Tammy Domínguez Montandón, la consagrada ecologista que murió a destiempo en un accidente de aviación mientras trabajaba en un proyecto de conservación del manatí.
La conoció en la Biblioteca Nacional y a partir de ese encuentro siguieron estrechamente unidos por el amor a la naturaleza que les era común. Viajaron a las cordilleras del país, bucearon durante un tiempo, y así se integró él a la familia de Tammy como uno de sus miembros.
A veces dormía en la casa de la joven, disfrutando conversaciones con sus hermanos y su madre, a quien define como “una mujer muy culta, que adoraba el arte”.
Castro considera que de la vida personal y familiar de Tammy no abundan datos porque la muchacha “era muy reservada y nunca buscó estrellato en nada”.
Sin embargo, la inmensa y diversa obra que Tammy desarrolló por la conservación del medio ambiente, la preservación de especies en extinción, el conocimiento de la flora y la fauna nacionales, la presentación de las áreas protegidas, la protección del manatí, entre otras de sus múltiples actividades, fueron reveladas por Matilde Mota Guerrero, su colega y amiga que atesoró con alegría y dolor valiosa documentación sobre Tammy.
Fueron compañeras de estudios desde el Colegio San Luis Gonzaga y continuaron en la carrera de biología, en la UASD. Matilde acompañó a Tammy y Amaury Villalba en casi todas sus exploraciones y viajes, y al igual que Carlos Castro fue considerada como una hija más de doña Luz Diamela, la madre de Tammy.
“Veintiséis años después, todavía me salen lágrimas al recordarlos. Eran almas gemelas. Tammy era mi mejor amiga”, exclama la catedrática de la Autónoma en un llorar que no interrumpe sus relatos.
Amaury y Tammy la querían, significa. “Me protegían, yo era muy tímida y ella era tan decidida, siempre me tomaba en cuenta, siempre estábamos juntas”.
Matilde luce lo que llama el cabello gris de la pandemia, pero su piel luce tan tersa como se ve la de Tammy en las fotos que la han detenido tan joven como era cuando falleció a los 35 años de edad.
Las imágenes que Matilde conserva la muestran casi siempre casual, ligera, como debía estar para sus arriesgadas misiones, cargada con cámara y mochila. Solo se engalanaba para ofrecer sus charlas magistrales.
Era muy bonita, emprendedora, fina, siempre tranquilita, manifiesta. “Bromeaban con ella diciéndole que era lenta y encontré esta cita: “Las tortugas pueden decir más del camino que las liebres”. Le aconsejó repetir esa expresión cuando la molestaran por ser meticulosa y colocó la frase en su escritorio.
“Era pausada, pero muy buena profesional”.
Pasión por el trabajo. Por el testimonio de Matilde se aprecia en Tammy a una apasionada del trabajo, protectora de especies amenazadas, enamorada de árboles, flores, aves, lagos y senderos que recorría feliz recogiendo características que luego reportaba.
Fue guía para áreas protegidas, realizó especialidad en ornitología, la buscaban para inventarios de aves, era fotógrafa distinguida por Cannon que la premió con una de sus primeras cámaras digitales por su foto “Atardecer en un cayo”.
Junto a Amaury diseñó afiches sobre el manatí y habilitaron un pequeño centro para visitantes en la Isla Cabritos.
Cuando apenas se hablaba de reciclaje, expresa Matilde, Amaury y Tammy “trabajaban con cajitas de jugos, latitas, roll-on de desodorantes… sacaban de donde no había para su labor con los niños”.
Estudió las tortugas marinas, distribuía cartelones de promoción ecológica, aprendía aviación, fue monitora de zoología del Colegio Universitario y de la cátedra de biología, exploró cuevas y cavernas, contribuyó al desarrollo del ecoturismo y la fotografía de la naturaleza y elaboró materiales educativos sobre la necesidad de conservar el medio ambiente.
Trabajó en Ecología de poblaciones y comunidades, exploración y estudios espeleológicos.
Por su talento y seriedad era buscada por instituciones locales e internacionales que le asignaron importantes proyectos de investigación en las áreas que dominaba.
Siempre activa. Tammy nació en Santo Domingo el 6 de enero de 1960, hija de Danilo Dimas Domínguez Velásquez y Luz Diamela Montandón Báez. En 1986 se graduó de licenciada en biología.
Tituló su tesis: “Aspectos ecológicos de la comunidad de aves terrestres de la Isla Cabritos”.
En 1981 ingresó a la Dirección Nacional de Parques como Guía de la Naturaleza en los Parques Los Haitises y del Este. Luego pasó a Planificación e Investigación.
Laboró en Ecoturista, estuvo entre los fundadores de Prospectiva Ambiental Dominicana, fue miembro de la Society for Caribbean Ornithology y de Espeleogrupo Santo Domingo.
Realizó investigaciones en ornitología y espeleología y publicó estudios sobre la avifauna en lagunas de Miches y en torno a la influencia de la actividad minera en Bonao, así como recopilaciones sobre ecosistemas y especies de la zona costera marina de la República Dominicana, biodiversidad y fauna y diversidad biológica. Produjo el video “Las rutas de Quisqueya”.
“Por su labor en la espeleología se le honró con una cueva, la Cueva Tammy, en la Reserva Antropológica Cuevas de Pomier o de Borbón”. Además, combinando su nombre con el de Amaury, fue bautizado “Tamaury” un manatí bebé encontrado en las costas de Pedernales.
Su trágica muerte ocurrió el 13 de enero de 1995.
La calle. El 14 de abril de 2005 el ayuntamiento designó dos calles de Costa Verde con los nombres de Tammy Domínguez y Amaury Villalba. En una época en que la sociedad dominicana comenzaba a degradarse, “ambos estaban defendiendo una especie, y eso fue un despertar para la conservación del manatí”, significa Matilde.
“Ellos despertaron un sentimiento de amor y de respeto por el manatí. Mucha gente lo conoció a través de ellos”.
La dama aún sigue impactada por estas muertes, “porque la familia te la impone el destino, pero los amigos los escoges tú. Yo los escogí y ellos me escogieron”, sostiene.
Las dos vías “se entrecruzan y quedaron frente al mar, para que fueran simbólicas”.