Si de algo no puede acusarse a los narcotraficantes, sean los del patio o los que operan desde cualquier lugar de nuestro globalizado planeta, es de no ser creativos y carecer de imaginación, lo que han demostrado con las mil y una formas –y las que faltan– a las que han recurrido para enmascarar sus productos y tratar de burlar los controles fronterizos, cada vez mas rigurosos y sofisticados gracias al auxilio de la tecnología.
Esa capacidad creativa se ve permanentemente estimulada por la altísima rentabilidad del negocio, lo que quiere decir que aquí y en todas partes continuaremos viendo a los narcos utilizando su ingenio para tratar de burlar esos controles, aunque no siempre con éxito. Como por ejemplo los 371 paquetes de cocaína camuflados en 19 de 64 tanques de miel que serían enviados a Bélgica a través del Puerto Multimodal Caucedo, decomisados por la DNCD gracias a una efectiva labor de inteligencia. Según el organismo antinarcóticos los tanques de miel “contaminados” tenían compartimientos secretos en su interior, lo que los narcos llaman caletas, para tratar de burlar los controles, pero en esta ocasión no pudo ser.
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Porque van a seguir intentándolo, de eso no le quepa dudas a nadie, mientras tengamos una situación geográfica que nos ha convertido en un puente natural para el trasiego de la droga que viene desde Sudamérica y se dirige hacia Estados Unidos, el mayor consumidor del mundo, pero sin olvidar a Europa, pues en el Viejo Continente la “mercancía” es significativamente más cara por lo que es mejor negocio llevarla a ese mercado.
Es el momento de decir que la guerra que le han declarado esos países a ese negocio a escala planetaria se está perdiendo, pues no han conseguido impedir que las drogas lleguen, cada vez más potentes y baratas, a los consumidores del mundo. En cuanto a nosotros, colocados en el mismo trayecto de la cocaína que viene de Colombia y Venezuela, hace tiempo que sabemos que es tan dulce como la miel.