Por Daniel Biran, Embajador de Israel en RD
El 2022 es el año en que nos quedó claro a todos que nos encontramos en medio de una poderosa crisis climática, que solo va empeorando. Las inundaciones generalizadas en Pakistán desplazaron a millones de personas de sus hogares e inundaron alrededor de un tercio del país. Huracanes devastadores golpearon la costa Este de Estados Unidos y el Caribe, causando estragos a gran escala. Las graves sequías secaron grandes ríos en Europa y China. Esta es solamente una lista parcial de las grandes catástrofes, que los grandes expertos de la ONU nos han alertado una y otra vez, que es probable que aumenten si continuamos emitiendo gases de efecto invernadero.
Líderes mundiales, representantes gubernamentales, expertos, representantes del sector privado y de la sociedad civil, académicos, formadores de opinión y formuladores de política, se reunirán en la Conferencia Climática anual COP 27, en Sharm El Sheikh, Egipto, durante el mes de noviembre, para analizar las formas de prevenir la crisis climática. El éxito de la conferencia es de suma importancia. También lo es el avance de todos los temas en los que se centrará, como la continuación de los esfuerzos globales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, la adopción de un objetivo global para la adaptación y el ajuste a la crisis climática, el aumento de la financiación climática y el progreso en el tema de “pérdidas y daños”, así como el avance de la cooperación en el intercambio de conocimientos y experiencias.
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Israel, que está situado en una región árida y afrontando una escasez crónica de agua, elevadas temperaturas y un entorno difícil para el desarrollo agrícola, ha tenido que inventar soluciones creativas. A través de décadas de conocimiento y experiencia, ha hallado soluciones prácticas a los desafíos climáticos, que Israel desea compartir y colaborar para lograr su aplicación. Estas soluciones implican áreas esenciales para afrontar la crisis climática, como la eficiencia de los recursos hídricos y la generación de nuevas fuentes de agua, la agricultura resistente a la sequía, la invención de sustitutos de la proteína animal y los cultivos sostenibles, la eficiencia energética y el almacenamiento de energía, la restauración y preservación de los bosques en zonas áridas, la economía circular, y la producción de nuevos materiales que respeten el clima y el medio ambiente. Numerosas ideas provienen también de una sociedad activa y consciente, que contribuye al discurso y a las actividades climático-ambientales, ideas que frecuentemente son integradas en la gestión gubernamental.