Los dominicanos, de aquí y de la diáspora queremos y admiramos a los Estados Unidos de América; tenemos muchísimos familiares y grandes amigos que por años viven allí, que son ciudadanos americanos, que aman y son leales a ese país, y desde donde envían ayudas a sus familiares, siendo estos dineros parte muy importante del ingreso nacional, y sin lo cual tendríamos dificultades inimaginables. Y lo que les pasa a los estadounidenses, riesgo, peligro o desestabilización, nos afecta a nosotros. Y también al mundo.
En las pasadas elecciones estadounidenses, todos presenciamos lo increíble e inesperado: El asalto al Congreso Nacional. Recientemente, sus actores principales, presidente y expresidente, han escenificado tristes y lamentables incidentes.
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Uno de los serios problemas en sus pasadas elecciones (2020) fue la dificultad de validar los votos: Quién ganó y Quién no ganó. Y peor: La ausencia de encuestas confiables y creíbles que dieran a ciudadanos y votantes una idea aceptable de los resultados esperables, de acuerdo con la acostumbrada técnica de consulta a la población que precisamente fue desarrollada y legitimada por el matemático de la Universidad de Princeton, George Gallup.
Lamentablemente, ya Gallup dejó de hacer encuestas de preferencias electorales en EUA, como era tradición. La causa de ello, y de lo cual no se ha hablado, probablemente sea el tiempo y costo que lleva hacer una encuesta metodológicamente correcta en Estados Unidos; no por falta de idoneidad o confiabilidad ética de las empresas dedicadas a ello; sino a causa de que su sistema electoral es por estado: en cada uno de los 50 se debe elegir un número de delegados, según la población de cada estado; estos, a su vez, serán quienes elegirán al presidente.
Las encuestas telefónicas o por wasap solamente las responden los que “saben de letras”, quienes tienen tiempo libre, deseo y paciencia de prestarse a ser entrevistados por desconocidos, sin entender claramente por qué los interrogan a ellos.
Una encuesta nacional presencial, representativa, por estado, es sumamente costosa, laboriosa y difícil de realizar en corto tiempo. Tampoco puede medir cambios de últimos días.
Sobre todo, debe saberse que toda encuesta tiene muchas fuentes de error, especialmente humanos; reclutar y entrenar entrevistadores honestos es un arte laborioso. También están las malas estadísticas y los errores probabilísticos, que solo Dios controla.
Desafortunadamente, en EUA como en muchos países es poco factible entrevistar en hogares. En RD, en ese orden, manejamos idóneamente las dificultades que suelen presentarse.
Dichosos, pues, los países que tienen una o varias encuestadoras reconocidas, confiables, con logros demostrables durante décadas. Somos uno de esos pocos. Mucha gente reconoce y respeta a esas instituciones.
Quiera Dios que, en noviembre, las diferencias en las urnas estatales sean considerables, para que, en las presentes circunstancias, las dudas que crean las pequeñas diferencias entre candidatos no se presten a conflictos. Especialmente si, además, sus instituciones electorales no terminan siendo suficientemente confiables; ni tampoco las encuestas; mucho peor si no coinciden.
Valga, sobre todo, el lema nacional estadounidense: “In God we trust”.