La obsecuencia con la tiranía no impedía reconocer la brillantez del clero. Su complicidad con el régimen tampoco escondía la perversidad, en aquel campo minado por el miedo.
El púlpito se estremecía con sermones memorables, admonitorios, reprimendas eruditas con ribetes moralistas. Jamás olvidaban la ruta de la salvación y la glosa de los evangelios.
Discurso respetado, pronunciado por sacerdotes codiciosos, padres de sus sobrinos, con irrefutable aval académico. La celebración de la misa y los rituales en latín, exigían algo más que sacristía concupiscente.
Con disimulo o descaro, con publicidad o cautela, la influencia del clero en la vida política nacional ha sido extraordinaria.
Los representantes de la jerarquía tanto como el cura que oficia en la ruralidad y el barrio, con sus culpas y pecados, inciden en el devenir de la comunidad.
Sin competencia, reinó el catolicismo durante décadas. La tiranía fue inclemente con otras religiones. La persecución a sus seguidores afianzaba a los dirigentes católicos que, a cambio de prebendas, callaban.
La alianza comenzó temprano. La promulgación de la Ley 117 -20-04-1931- reconoce “personalidad jurídica a la Iglesia católica, apostólica y romana y a todas las instituciones que por virtud de disposición canónica de ella dependan”.
Cuando el fin de la “era gloriosa” se acercaba el nuncio Salvatore Siino, titubeante cómplice de los desmanes oficiales, fue reemplazado por Lino Zanini. La sustitución fue muy importante.
Entonces, ocurrió el milagro y fue redactada la Carta Pastoral – 25 de enero del año 1960- cuya lectura en todos los templos del país, tambaleó la fortaleza del sátrapa. Difícil callar la violencia que afectaba a los hijos de ministros y personeros del trujillato, integrantes del Movimiento 14 de Junio.
“Los antiguos aliados pasaron a ser sus más encarnizados detractores”, afirma Virgilio Álvarez Pina en sus Memorias, testigo del crucial episodio.
La erudición del sacerdocio permitió conspirar, pactar, insultar con donaire, usando los recursos que la academia provee. Esa especie en extinción, ha participado con éxito en la política criolla, no siempre en procura de las mejores causas.
Sin los mítines de reafirmación cristiana, por ejemplo, no hubiera sido posible el golpe de Estado que sacó de Palacio a Juan Bosch.
Tras los faldones eclesiásticos que encubren pederastas y violadores, están los cabilderos, atizadores de fuegos que después no tienen valor para sofocar.
Durante la campaña electoral, previa los comicios del año pasado, la apuesta partidaria de la Iglesia no fue secreta. La negación es parte de la diplomacia, pero están los hechos. Exhortaciones, declaraciones conjuntas, avalaban el proselitismo.
A partir del 16 de agosto, lo presentido se confirma cada día. Lamentable, sin embargo, que el desparpajo, la cháchara, ocupe el templo y convierta “la casa de oración para todas las naciones” en centro para actividad partidista.
En un deplorable discurso, que homilía no fue, un sacerdote, con sede en la iglesia de Las Mercedes, reclamó al partido en el Gobierno, pagar el proselitismo.
Como cualquier militante decepcionado, después de caravana, pidió retribución. Sonroja el reclamo. La feligresía, cuando se congrega, busca y espera mensajes de paz y consuelo.
La erudición católica escasea, medra entre las élites. Es el curato imprudente que tiene la encomienda de solicitar propina. Pago por el trabajo realizado, aunque el credo sucumba.
El oficiante asumió el estilo procaz y agresivo que anidan algunos medios de comunicación. Confundió prédica y lugar. Ruboriza la petición por impertinente, destemplada y oportunista. Abusó de la fe y la paciencia de la grey. Todo lo presentido comprobado de la manera más pedestre y menos pía. Son las facturas pendientes del activismo disfrazado.
“Esta es la iglesia del partido que está gobernando” dice iracundo el pastor militante. Populismo eclesiástico e impúdico.
Los parroquianos que pertenezcan a un partido distinto al de esa iglesia o simpaticen con otra organización, no podrán entrar a la Casa del Señor. El sacerdote la convirtió en local del PRM.
A la usanza del momento, el silencio se encargará del desatino o quizás una visita presidencial compense el disgusto.