Terapeutas al borde la automedicación

Terapeutas al borde la automedicación

Horacio

El manso y luminoso orientador que todos esperamos encontrar al traspasar umbrales en busca de sosiego no debería ser candidato a convertirse en paciente de sí mismo. Un psicólogo sobrecargado de trabajo, de pocos ingresos e incentivos y mucho estrés (porque la guillotina de la cancelaciones en el sistema público anda suelta) podría hallarse en una incómoda situación para poder despejar brumas mentales ajenas. A lo mejor las propias superan en densidad a las de aquel que acaba de llegar al consultorio.

La ética vale; la profesionalidad también. Pero si a usted lo han puesto a manejar trastornos emocionales traídos a sus dominios por gente aquejada que aparece por doquier, que no sea el Estado su proveedor de los mismos factores que llevan desesperación a otros humanos que salen de sus casa en busca de ayuda terapéutica sin disponer de dinero para el encendido posterior de los anafes, traumatizados por los contagios y en medio de incertidumbres existenciales.

Tal para cual, o una oportunidad para intercambiar los trastornos nerviosos «Si estás mal, yo también lo estoy y ambos somos víctimas del sistema». Valga esta particularísima escena que imagino suscitada cuando dos estados anímicos similares se encuentran entre cuatro paredes.

«En medio de la situación en que vivo por la pandemia, mi mujer no me comprende y nos enredamos en discusiones frecuentemente». El consejero que escuchare a tal expositor dictaría «excelentes» recomendaciones para superar los enconos… antes de partir hacia su cuadrilátero particular donde fracasan las técnicas que recomienda.

Véase surcado por líneas de expresión que expresan preocupación el rostro de un especialista condenado a escuchar conflictos de la interacción social de alguien que ha llegado a su presencia. «Ser o no ser el padrino de la boda de Pancho, mi amigo, por zoom y todo, pero con algún grueso regalo en efectivo, contante y sonante, y sin intervención electrónica, pero carezco de liquidez para tanto y me estoy volviendo loco».

Sin él saberlo, el dilema que acucia a quien debe servirle de paño de lágrimas podría ser de más difícil solución, como que se casa su hija menor que escogió terraza y playa con múltiples exquisiteces en un hotel de la zona oriental… pero antes tendrá que pagar, y no tiene con qué, la mayoría de las deudas que contrajo para las bodas de la hija mayor, dos meses antes.

Hay jugadores en solitario que se enfrentan a sí mismo en ajedrez o a las cartas. Suponemos que a los psicólogos que trabajan para el Gobierno la circunstancias pueden estarles llevando al desafío de ser sus propios pacientes.

Como ocurre con el señor Roldán, conocido mío y también por mucha gente urgida de dinero del suministro informal de plata en su vecindario. A algunos de los usuarios de su caudal financiero que se tornan resbalosos a la hora de cumplirle, suele advertirles con sorna: tenemos dos problemas: El que tu vas a resolver con lo que voy a prestarte y el que yo tendré después para lograr que me pagues.

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