Siempre ha sido cosa de mujeres. Espacio apto, remedo del gineceo que permite y compensa. Desde la Colonia hasta nuestros días, desde la conversación alrededor del quinqué, o cerca de la mecedora que servía de púlpito a la abuela erudita hasta la sobremesa interminable que acogía las pendencias de la tía cosmopolita, de la vecina casquivana y dicharachera, o de cualquiera que se atreviera a contar sin reservas ni estorbos. Soporte contra la desazón, ámbito para la libre expresión de angustias y cuitas, también para demostrar que tras el empaque frívolo había talento. Perviven como receso importante para volver a la mirada, la voz, a los gestos y olores. Pausa para que la socialización trascienda la ficción de compañía que la virtualidad provee.
Quizás cuando Arlette Palacio Rivera y Anyarlene Bergés Peña decidieron convocar, en 2014, a un grupo de profesionales con especialidades distintas: médicas, abogadas, empresarias, contables, mercadólogas, banqueras, psicólogas, no imaginaron que poco a poco, con el paso de los días, la aceptación del llamado y los enriquecedores intercambios, convertirían la Tertulia de las NO Amigas en un convivio necesario para el grupo y en referente para cada persona invitada a sus encuentros. La pretensión es saber, conocer, indagar. La aspiración es mantener el coloquio, compartir y debatir ideas, disentir respetando diferencias.
No temen hacer preguntas y esperan las respuestas. La permanencia es su impronta, la constancia, determinada por reglas aceptadas, es seña de identidad. El indicio del éxito está en el nombre y en su realidad. No se trata de una velada entre y para compinches que se quieren y comparten recuerdos de infancia o la crónica del primer amor. Si fuera ese el criterio para la convención, al primer desafío el pleito hubiera acechado y el proyecto sucumbe. Mejor aprender de la diversidad, no tener ataduras afectivas que limitan y condicionan, obligan al silencio y a la conmiseración. Por eso en el nombre ha estado el germen del éxito: “No Amigas”.
Son 25 mujeres con diferentes oficios y profesiones, atentas al decurso de su país, preocupadas y ocupadas. Sin miedo a la mención de aquelarre que atormentó en el medioevo y llevó a la hoguera a las “brujas” por cometer un delito imperdonable: la osadía de pensar y hacer. Desde aquel tiempo asusta el pensamiento de las mujeres y su quehacer. Aunque “pensar es altamente femenino” como reza la canción de Amparo Ochoa, compositora mexicana, “la única coquetería que algunos hombres no perdonan es la de tener talento” expresión emblemática de Abigail CoiscouSoliere en su “Ideario Feminista”- 1939-. Ella demasiado subversiva fue, escritora, feminista, sufragista, fundó en 1927 el Club Nosotras y en el año 1931 Acción Feminista Dominicana.
La vigencia, propósito y pervivencia de la tertulia, ratifica un aserto estupendo que de tanto negarlo se convierte en el secreto peor guardado y es que existe un país más allá y mejor, mucho mejor, que el de la bulla y la chabacanería. El país que encubre la monserga descalificadora que nos demerita. País conformado por personas que aspiran a la mejoría cotidiana de su entorno porque aquí viven y vivirán. Aquí producen, generan bienes, quieren conservarlos y disfrutar. Un colectivo que cree, sueña y tiene esperanza, tanto en los sitios urbanos e ilustrados como en los menos favorecidos. Comunidad inmune al menosprecio que trasciende el clasismo y exhibe como prenda la dignidad sin página de revista social, sin relumbrón ni aspavientos. Esa ciudadanía que se despierta con el cantío del gallo y emprende la jornada con entusiasmo. Y ese es el país que deberíamos exaltar. Porque es mentira que somos un hato de hetairas y delincuentes, de malandrines y estafadores, de gígolos y malevas.
Las gestoras de la “Tertulia de las NO Amigas”, no quieren aplausos ni publicidad. Sí se enorgullecen de la permanencia y de la efectividad de los encuentros, de la camaradería y el respeto, de la disciplina y de la libertad, que no son antagónicas sino complementarias.