Por Snayder Santana
En la construcción social de la historia humana, en esa construcción histórica aparece en un momento el gen de la familia y la comunidad primitiva como forma de organización que ha evolucionado a lo que hoy conocemos como sociedades, países, con ellos las fronteras, el comercio y la comunicación, todo cuanto existe parte de la evolución de ese ser primitivo.
En ese devenir de siglos de evolución, aparecen el lenguaje, el intercambio y el comercio como forma de adquisición de comida, pieles y propiedades, así comienza a ser necesario apropiar de valor a las mercancías, unas tienen más o menos valor que otras, de ahí la necesidad del establecimiento de una medida de cambio general que aplique para todos los productos, en un momento la sal, que dio como resultado el salario como pago de la fuerza de trabajo que adquiere la categoría de mercancía. Luego, algunas especias aromáticas, hasta que irrumpen en la historia el intercambio de los metales preciosos: cobre, bronce, plata y oro. Hasta nuestros días la plata y el oro siguen sustentando formas de intercambio casi de manera general.
Así las cosas, a partir del siglo XIX las economías de los países comenzaron a monetizar a través del oro (patrón oro), luego de que por un largo periodo las propias monedas eran fabricadas a base de oro y plata. Anteriormente con la universalización de la imprenta aparecen las papeletas como representación del dinero, así pues, los bancos centrales, comenzaron a acumular el oro como forma de respaldar la emisión de papel moneda que tenía el respaldo de su valor en oro, todo dinero que fuera fabricado sin su respaldo de oro era considerado y es en muchos países considerado inorgánico, su valor puede solo sustentarse sobre un acuerdo social que le adjudique valor fiduciario, (el dólar a partir de 1970).
De ese desarrollo histórico y dialectico del ser social, aprendimos que, sobre la base de los acuerdos sociales desde el principio de las comunidades antiguas, hemos dotado de valor a las cosas, las hemos clasificado, desarrollado y mejorado en el tiempo. Esta realidad y desarrollo no escapa ni deja por fuera a la comunicación, sino que la coloca como eje trasversal del desarrollo de la humanidad, la forma en que nos comunicamos y el valor que le hemos dado a la lengua, el lenguaje y los significados de las cosas. Todo un complejo entramado de reglas y valores dotan de sentido el lenguaje y las formas de comunicación.
Jacques Derrida filósofo francés, plantea que, nada existe fuera del texto, significando con esto que el texto y la gramática como interprete he instrumento de la lengua y el lenguaje, abarcan la totalidad de las cosas, que nuestra única posibilidad de acceso a la realidad es a través del texto, de la comunicación. En esta teoría la lengua crea la realidad, pero a su vez la lengua es un producto de la realidad, un proceso dual de abstracción y materialización o construcción de la realidad a través del lenguaje y la comunicación.
Lo anterior nos permite asumir como tesis valida que la realidad le es al lenguaje y la comunicación, lo que le es el oro a la economía y las monedas de papel, es decir, que la realidad ha de ser el sustento que respalda el lenguaje. Es atreves de los múltiples esquemas de clasificación y definición de las cosas, donde y desde donde articulamos el lenguaje, por lo cual la comunicación como producto del lenguaje ha de estar intrínsecamente atada a la realidad, por tanto, atada a esa construcción teórica que llamamos vedad, la cual solo puede existir en esa relación del lenguaje con la realidad.
En la actualidad la comunicación, sus estrategias y herramientas se han alejado drásticamente de este ejercicio social de representación de la realidad material. Friedrich Nietzsche vaticinaba este proceso hace años, cuando sentenció con su frase no hay hechos sino interpretaciones. Otros autores han dedicado parte de su trabajo a estudiar la volatilidad de la comunicación en la era de la información y la pos verdad, el uruguayo Eduardo Galeano, hablaba de la cultura del envase en la que el contenido constituye lo de menos importancia ya que se privilegia el envase más que el contenido.
La nueva dinámica social, la llamada sociedad digital implica nuevos formatos de información y comunicación que logran que pase inadvertido en muchos casos la escasez de contenido de los procesos comunicacionales, la velocidad con que una información releva la otra, lo vistoso de las narrativas comunicacionales de las plataformas digitales, las historias y post uno tras otros surgen y pasan con tal rapidez, que en ocasiones no da tiempo de procesarlos. Los gobiernos, las agencias, las instituciones y hasta los medios tradicionales tienen hoy sus medios digitales, esto profundiza la crisis de comunicación actual, que parte de la generalización de un nuevo modelo de sociedad que niega la materialidad de las relaciones y estructuras sociales e intenta limitar la vida a un perfil digital.
Es partiendo de lo anterior que pretendemos sustentar la tesis de la existencia de la comunicación inorgánica, que flota en el espectro de lo digital y que poco tiene que ver con los aspectos materiales de la existencia y subsistencia de las personas, es en ese espectro digital, que se cultivan los nuevos discursos políticos, los nuevos liderazgos, las nuevas formas de poder y el acceso a este y desde donde se pretende configurar y generalizar una realidad inauténtica que alimenta la sujeción del sujeto social.
Constituye hoy un acto de responsabilidad, si se quiere, un acto revolucionario, visibilizar y enfrentar el bombardeo constante de informaciones basada en la comunicación carente de base material, divorciada de la realidad general que viven los segmentos sociales a quienes va dirigida, por tanto, soluble en la dinámica cotidiana de la información en redes sociales que procura más hacer negocio que informar, y que en última instancia no ejerce ningún efecto positivo en la vida de las personas. Es menester pues generar procesos comunicacionales alternativos contra sistémico, que enfrenten la comunicación inorgánica y que doten de sentido material la agenda comunicacional nacional.