Parece que la oposición se ha dado cuenta muy tarde del capital electoral que le está sacando el presidente Luis Abinader, independientemente de que esa haya sido o no su intención, a la crisis creada por la construcción de un canal en el lado haitiano del río Masacre, a raíz de la cual ordenó el cierre de la frontera por aire, mar y tierra. Pero continuar regateándole respaldo en un asunto de interés nacional, en el que se está hablando de soberanía, es una manera de coincidir con el “enemigo”; que en este caso, hay que decirlo y recalcarlo, está unido monolíticamente alrededor de la obra y su derecho soberano a construirla.
Hay que reconocer, sin embargo, que hay excepciones: el expresidente Leonel Fernández, quien desde el principio apoyó los reclamos dominicanos sobre la obra, coincidiendo con el presidente Abinader, pero también con la mayoría del país. Y no dejó de ser, no obstante esa coincidencia, el principal líder de la oposición, que a pesar del acuerdo electoral anunciado por el ingeniero Miguel Vargas continúa dispersa y dividida.
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Y negándose a ver lo evidente: en una coyuntura como esta, ni antes ni ahora resultaría posible separar al Presidente de la República del candidato a la reelección. Esa incapacidad de diferenciar a uno del otro es el argumento del dirigente peledeísta José Ramón –Monchy– Fadul, miembro del otrora poderoso Comité Político, para rechazar la propuesta del mandatario de reunirse con el liderazgo de los partidos de oposición para discutir y consensuar una posición frente al peliagudo problema haitiano, incluido el lío del canal.
El veterano dirigente está en todo su derecho de rechazar la invitación, pero hay que lamentar que sea tan pobre el argumento utilizado para negarle a la sociedad dominicana la oportunidad, y más que nada el lujo, de ver a los políticos reunirse y ponerse de acuerdo, por encima de banderías y diferencias partidarias y electorales, para hacer y decidir juntos lo que más le conviene al país, sus intereses y su futuro.